La historia se repite

Hay que estudiar al pasado como si fuera presente y al presente como si fuera pasado.

Marc Bloch.

La historia, en determinadas condiciones, se repite. A veces, rima y, a veces, no; pero se repite. Los poderes fácticos toman como referentes las estrategias políticas del pasado reciente y organizan en torno a ellas las decisiones a tomar. Ahora estamos en el intento de repetir la historia con estrategias parecidas y con los mismos objetivos: Asegurar el control y el dominio de los que mandan para construir una dinastía.

Los grandes capitales están actuando con discreción con reuniones en lo oscurito, pero llevan meses emitiendo señales de contacto con el régimen Ortega-Murillo. No hay que equivocarse, ellos saben perfectamente que no están ante un gobierno revolucionario ni democrático sino dictatorial que prepara una sucesión dinástica.

El régimen Ortega-Murillo controla y domina la sociedad nicaragüense, pero tiene miedo, teme perder sus poderes y privilegios. Si a esto le añadimos las cinco crisis presentes (social, política, religiosa, ambiental) se comprenderá bien la actitud de Ortega-Murillo de encerrarse en su laberinto al no saber cómo enfrentarlas.

Ortega se ha transformado en el presidente más peligroso de la historia moderna de Nicaragua. A Ortega no le importa la vida de su propio pueblo. ¿Cómo le llamarías a una persona que sacrifica vidas para su propio beneficio político?

El régimen Ortega-Murillo está montado sobre el apoyo incondicional de la cúpula del Ejército, de la policía, de los otros poderes del Estados (Judicial, Electoral y Legislativo); la complicidad de importantes sectores del capital y la existencia una oposición desunida y desarticulada incapaz de presentar un programa alternativo mínimo para aglutinar a la gran mayoría de la población. Mientras nada de esto cambie no habrá caída del régimen. Ese es el quid o esencia de la ecuación.

Una historia de mucha actualidad

En mayo de 1936, Anastasio Somoza García propinó un golpe de Estado al presidente Juan Bautista Sacasa. Con ese golpe de Estado, Somoza García elimina a Sacasa e “impone a un presidente fantoche”; luego se presenta a las elecciones de noviembre de ese año 1936, a pesar de estar inhabilitado para ser candidato a la Presidencia porque la Constitución Política de esa época establecía que los militares no podían ser candidatos y Somoza García era el jefe de la Guardia Nacional con el rango de general.

El Partido Conservador boicotea las elecciones, pero a Somoza García no le importa. El partido conservador histórico no participó en las elecciones de 1936. Tanto la tendencia de Emiliano Chamorro como la de Carlos Cuadra Pasos se abstuvieron. Por lo tanto, el Partido Conservador pierde la personería jurídica y queda al margen de la legalidad jurídica.

Sin embargo, es a partir de ese momento, que Anastasio Somoza García pone en marcha el modelo político del “zancudismo político” creando un partido conservador zancudo que participa en las elecciones de 1936. Por su participación en la elección Somoza García le da al partido conservador zancudo la misma proporción de diputados y senadores que los conservadores habían obtenido en las elecciones de 1932.

En diciembre de 1936, Anastasio Somoza García es “electo” y en enero de 1937, al asumir la presidencia lo primero que hace es darle una serie de concesiones al gran capital de la época en exoneraciones y otras prebendas para gozar de su complicidad y neutralidad. A partir de enero de 1937, Anastasio Somoza García controla el Ejército, así como el Congreso, el poder judicial y el electoral.

Sin embargo, pasa un año de muchas dificultades porque ningún país lo reconocía, así que en septiembre de 1938 Somoza García hace un pacto con Carlos Cuadra Pasos, dirigente de una fracción del Partido Conservador.

Anastasio Somoza García también gozaba del beneplácito del jefe de la iglesia católica de la época, el Arzobispo de Managua José Antonio Lezcano y Ortega (1865-1952). No hay que olvidar que Somoza García fue declarado, a su muerte (1956), “Príncipe de la Iglesia” por el Arzobispo de Managua Alejandro González y Robleto (1884-1968).

Pacto 1938/1939: Anastasio Somoza García/Carlos Cuadra Pasos

La elección de Anastasio Somoza García no gozaba de la legitimidad necesaria para presentarse a nivel internacional como un presidente con todas las reglas de la ley. En conversaciones/negociaciones, iniciadas en el año de 1938, con la tendencia del Partido Conservador de Carlos Cuadra Pasos, acuerdan la autodisolución del Congreso electo en las elecciones de 1936.

En septiembre 1938, Somoza García legaliza al Partido Conservador (tendencia de Cuadra Pasos), en contra de la opinión de la tendencia de Emiliano Chamorro quien se encontraba en el exilio y convocan a las elecciones para una Asamblea Constituyente que será electa y tomará posesión a finales de 1938.

A través de ese pacto, se legaliza el Partido Conservador, tendencia Cuadra Pasos, que no se presentó a las elecciones de 1936. Este pacto culmina en abril de 1939 con la promulgación de una nueva Constitución en la cual se establece un artículo transitorio por medio del cual prolonga el período presidencial de Somoza García por 10 años sin necesidad de ir a elecciones; entonces Somoza García es presidente hasta 1948 sin que mediara ningún proceso electoral. Con ese pacto estuvo de acuerdo el “gran capital” de la época, los poderes fácticos y se establecieron relaciones “fraternas” con Estados Unidos.

La Asamblea Constituyente electa promulga la nueva constitución (abril de 1939) por medio la cual se toman dos medidas concretas: se establece/instaura el “zancudismo político” al institucionalizar una cuota de poder al partido que participe en las elecciones integrándose a la cultura política del país y Somoza García legaliza su poder y por mandato constitucional se le prolongan, sin elecciones, su período presidencial por 10 años más (1936-1948), lo que significó el nacimiento de la dictadura/dinastía de Somoza García/Somoza Debayle (1936-1979).

Como consecuencia del pacto Somoza García-Cuadra Pasos del año 1938, el cual no se debe confundir con el pacto del año de 1948 de los mismos personajes; los norteamericanos lo invitan a una visita oficial a los Estados Unidos en mayo de 1939. Los Estados Unidos lo reciben con todos los honores de su cargo, ya que como dijo el Presidente Franklin D. Roosevelt “Somoza puede ser un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

Somoza García logró permanecer en el poder durante diez años y entre 1948-1950 siguió controlando el poder a través de presidentes fantoches. Con el acuerdo de la oposición formal, partido conservador, y con el beneplácito de los poderes fácticos se firma un nuevo pacto Anastasio Somoza García-Emiliano Chamorro (conocido como el pacto de los generales) que le permite ser electo, nuevamente para el período 1950-1957.

Pacto 1950: Anastasio Somoza García/Emiliano Chamorro

Es precisamente a partir de 1950 logra consolidar su dictadura y preparar la sucesión familiar, nombrando a un hijo Presidente del Congreso (Luis Somoza Debayle) y al otro Jefe del Ejército (Anastasio Somoza Debayle). Por el pacto de 1950, entre Emiliano Chamorro y Anastasio Somoza García, con el beneplácito del gran capital, la iglesia católica y el ejército de la época, se accedió al “somocismo con Somoza”, lo que dio inicio un “maridaje” entre el capital de origen conservador, liberal y el naciente capital “somocista” construido al amparo de la dictadura.

La consolidación de la dictadura somocista, 1950-1967, se produce en el marco de un crecimiento económico importante basado en el auge algodonero, el incremento del precio del café, el apogeo del Mercado Común Centroamericano, el aumento de los volúmenes de exportaciones de carne y azúcar. Cabalgando sobre esos motores la economía tuvo un crecimiento sostenido durante esos años e implementó un “populismo responsable”. Al mismo tiempo, gozó del apoyo del gran capital, el beneplácito de la iglesia, la complicidad de los políticos zancudos y el visto bueno de los Estados Unidos.

Sin embargo, a partir de 1967, con la “elección” de Anastasio Somoza Debayle, se inicia un proceso de debilitamiento del crecimiento económico y pérdida de legitimidad que obliga a Somoza Debayle a ceder más espacios a la oposición formal y negociar un nuevo pacto con el Partido Conservador.

Con el pacto de 1971 entre Fernando Agüero Rocha y Anastasio Somoza Debayle con el apoyo de todos los poderes fácticos, algunos políticos tradicionales pensaron, ilusamente, que se podía iniciar una etapa de “somocismo sin Somoza”. Actualmente, los escenarios “orteguismo con Ortega”, “orteguismo sin Ortega” y la sucesión dinástica están en la agenda política de los poderes fácticos.

La dictadura Ortega-Murillo

La derrota de la dictadura somocista (1979) no significó una ruptura con la cultura política tradicional, lo que implicó que se continuará reproduciéndose y promoviendo la cultura del Estado-Botín, la corrupción, el nepotismo y el autoritarismo, basada en los valores e incluso en la narrativa del sistema político somocista.

Los actores políticos y empresariales, sean viejos o nuevos, están atrapados en una red de viejas prácticas y falsos valores, características de una cultura política atrasada e intolerante, acostumbrados al engaño y a la falsedad, diseñada para utilizar la mentira y el fraude como instrumentos políticos, permitiendo la inequidad social, el enriquecimiento ilícito y la impunidad; actúan como categorías arraigadas y sustentadas en el “Síndrome de Pedrarias”.

Las prácticas de enriquecimiento ilícito generalizadas han ido generando la aceptación social o la indiferencia de las elites y de los principales poderes fácticos. A la postre, la clase dominante lo considera, el enriquecimiento inexplicable, como una práctica válida y tolerable.

La historia nunca se repite de igual manera, pero hay distintos momentos de nuestra historia que, por muy diferentes que sean las circunstancias que los rodean, tienen bastantes elementos en común. Uno de esos momentos de parecidos históricos es el que ocurrió en los años treinta del siglo XX con el nacimiento de la dictadura somocista, y lo que está pasando ahora con la dictadura Ortega-Murillo. En ambos momentos, tan lejanos en el tiempo (separados por casi un siglo), las clases dominantes del país (ahora sus herederos) han promovido ideologías que, aun siendo distintas, tienen muchos puntos en común.

La estrategia de Ortega-Murillo, ha sido tratar de replicar la manera como la dictadura somocista se consolidó. Con el nombramiento de Murillo como vicepresidenta se busca asegurar la sucesión dinástica; Ortega partía de la idea que el proyecto del canal interoceánico, la refinería y los otros proyectos (fábricas de aluminio, fertilizantes, Tumarín, etcétera) se iba a producir un crecimiento similar al de los años de 1950-1967, lo que hubiera facilitado la aceptación, por los poderes fácticos, de la sucesión dinástica. Sin embargo, todos esos proyectos se hicieron humo.

Al fallarle todos los megaproyectos indicados más la rebelión de abril 2018 y el surgimiento de las crisis, Ortega no ha tenido otra alternativa que utilizar la represión generalizada para permanecer el poder con el objetivo de hacer viable la sucesión dinástica, esperando en un “mañana” mejor.

Esa es la estrategia de Ortega-Murillo. Por eso tiene que haber un cambio en la estrategia de la oposición, ya que la “salida en frío” incrementa las posibilidades de que la dictadura perdure. La oposición tiene que tener una estrategia multidimensional que combine las reivindicaciones inmediatas de la gente “de a pie” con una estrategia de corto y mediano plazo que debilite los pilares de sustentación del régimen Ortega-Murillo.

Cultura política pasada y presente

Todos los hechos políticos anteriores nos permiten llegar a la conclusión que la “realpolitik” ha sido la política implementada por los poderes fácticos que se rige no por teorías sino por intereses concretos y operantes de los grupos de poder; es decir, es la estrategia política pragmática la que siempre termina prevaleciendo sobre de las demandas básicas y necesidades estratégicas de la sociedad en su conjunto.

La corrupción enloda a las elites, ya no hace falta una lupa para verlas. La corrupción en la clase política no es nueva, está presente desde el pasado. Conflictos de intereses, nepotismo, empleos fantasmas en el servicio público, malversación de fondos públicos, falsificación documental, fraude fiscal, tráfico de influencia, falsedad, confiscaciones, robo de propiedades, son las prácticas habituales que muestran las deficiencias del sistema político autoritario pasado y presente.

Otra característica que permanece vigente de la cultura política es el deseo desmedido de continuar en el poder de manera indefinida, por todos los medios. Muchos miembros de la “nueva y vieja oligarquía” intentan descalificar a los críticos de las políticas actuales, pero nadie es tonto, de tanto que tratan de desautorizarnos, los miembros de la “nueva y vieja oligarquía” lucen arrogantes, soberbios, sordos, ciegos y prepotentes.

La alianza de la “nueva oligarquía” orteguista con “vieja oligarquía” tradicional demuestra que los poderes fácticos únicamente desean el poder para lucrarse y no para servir al pueblo; igual que en el pasado, la falta de una oposición verdadera, democrática y progresista les permite seguir haciendo lo que se les viene en gana mientras la población empobrecida soporta tanta corrupción que nos tienen, a la gran mayoría de la población, hambreados, sin empleo, pobres y sin esperanzas.

El problema histórico de los “políticos tradicionales” es que: no atienden los problemas más sentidos de los ciudadanos, no escuchan los reclamos de los abusos de las autoridades, no ven la destrucción del medio ambiente, no hacen caso a nada. Al parecer son autistas y padecen del síndrome de la ceguera.

Periodistas y medios de comunicación vinculados a la dictadura difunde una propaganda corrosiva y una desinformación permanente que pretende despojar a los “ciudadanos de a pie” de toda capacidad de acción política y favorece el politicidio del régimen, o sea, el aniquilamiento o extinción de los derechos humanos de un Estado democrático. Su “realpolitik” reaccionaria está obsesionada con la “política del poder”, antidemocrática, autoritaria de arriba abajo. El objetivo del poder es eclipsar al pueblo a base de desinformación para ocultar la verdad y poder implementar la sucesión dinástica a cualquier precio.

Al régimen Ortega-Murillo le fascina implementar la política como espectáculo (construcciones de estadios, parques, carreteras, conciertos, etcétera) lo que contribuye al éxito del autoritarismo. La alianza de la “nueva oligarquía” con el gran capital y con los otros poderes fácticos, ensombrecen el futuro de Nicaragua.

El pasado y el presente nos enseñan que no se puede convivir con Ortega, ni con el orteguismo sin Ortega. El actual proceso político nicaragüense, a pesar de los retrocesos momentáneos/coyunturales, la dictadura Ortega-Murillo vive un proceso de caducidad y más temprano de lo previsto surgirá un proceso democrático y progresista. El pasado nos instruye que la unidad de distintas corrientes de la oposición y la elaboración de un programa de transición son necesarios para derrotar/liquidar el actual proyecto de sucesión dinástica en desarrollo.

Oscar-René Vargas, sociólogo y economista. Autor y co-autor de 57 libros. Ex preso de conciencia y miembros de los 222 desterrado, desnacionalizado y confiscado. El hecho de confiscar mis propiedades por parte de la dictadura es un acto de robo y violatorio de las leyes constitucionales e internacionales.

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