La dictadura Ortega-Murillo ha desarrollado una “histeria contra los ciudadanos autoconvocados”. El régimen tiene una necesidad de tener un enemigo externo, un enemigo contra el cual pueda desahogar sus frustraciones, un enemigo que pudiera servir como un objetivo conveniente para la externalización del mal, un enemigo en cuya maldad supuestamente inhumana se podía ver el reflejo de la propia virtud excepcional. Tampoco no podido visualizar los “límites del poder”.
La represión indiscriminada le permite ejercerlo el poder con una extraordinaria arrogancia y construir un sistema político que controla a sus propios aliados, militantes y simpatizantes, de manera que le permitiera enfrentar a sus enemigos (opositores reales) como parte de un sistema de poder prácticamente permanente.
Sin embargo, la dictadura no será capaz de evitar el surgimiento de centros de poder independientes. La política represiva de “vamos con todo” de 2018 fue error político de proporciones históricas.
Lo que surgió con la política “vamos con todo” fue una glosa racionalizadora sobre un esfuerzo cada vez más irracional para ser el centro de una dinámica global de la dictadura que ha conducido a resultados trágicos en última instancia. El régimen Ortega-Murillo pasó de la dictadura de la manipulación a la dictadura de la represión.
El pensamiento estratégico coherente de la dictadura se había vuelto casi imposible dada la negativa de Ortega-Murillo a enfrentar la necesidad de limitar su poder y abrirse a problemas apremiantes que amenazan a nivel nacional.
La dictadura tiene frente a sí a un frente político opositor disperso y debilitado, con diferencias casi irreconciliables entre sus facciones y lastimada su autoridad frente a su militancia; factor importante para mantenerse en el poder y conjurar el desarrollo de la IMPLOSIÓN de su base social.
Solo la división de sus críticos le ha dado respiro a Ortega, factor que se perfila más como el principal problema que los ciudadanos autoconvocados ven para derrocarlo. El rechazo a Ortega ha crecido, pero la oposición sigue siendo organizativamente débil y no acaba de ser percibida, nacional e internacionalmente, como opción de gobierno.
Mientras tanto, Ortega-Murillo busca consolidar las divisiones en el frente opositor. Algunos opositores han sido comprados con la corrupción; la mayoría ha sido ferozmente reprimida e inhabilitada políticamente, con otros puedes tratar de entenderte ofreciendo opciones.
El reto de la oposición real es cerrarle el paso a esta casta que nos gobierna con arrogancia, este poder de unos pocos al beneficio de unos pocos, este poder del compadreo en el que reina la cooptación, la corrupción y el nepotismo. Las nefastas consecuencias de la represión siguen siendo un quebradero diario para la mayoría de los nicaragüenses. Los ciudadanos oscilan entre la cólera y rechazo contra a la dictadura y el miedo a la represión.