El mentiroso común se preocupa por la verdad e intenta ocultarla. A los voceros de la dictadura Ortega-Murillo le da igual si lo que dice es verdadero o falso. Su principal preocupación es engañar a los otros a fin de permanecer en el poder. Sin embargo, la descomposición interna de los pilares de sustentación del régimen no puede ser reforzados con las falsificaciones y la mentira.
El discurso del régimen no tiene ningún apego a la realidad ni tampoco es un programa de desarrollo, solamente tiene un objetivo: permanecer en el poder de manera indefinida. En ese sentido las sandeces, las patrañas y los insultos son una forma de falsedad distinta de la mentira. Esas falsedades son una amenaza más grande a la verdad y al simple mentiroso.
Con base a eso, las declaraciones de los altos funcionarios de la dictadura demuestran que son unos mentirosos consumados, pero sobre todo falsificadores de la realidad. Hacen afirmaciones falsas, pero más que nada sobresalen en hacer aseveraciones cuya veracidad son inverificables. Utilizan la palabra para delinquir, reprimir y robar (caso UCA).
Lo más inquietantes no es que la cúpula o el primer anillo del poder este tan entregada a la falsedad de los hechos, sino que haya segmentos de los poderes fácticos que respondan a ello con tanto entusiasmo.
Hay que tomar conciencia que cuando la dictadura utiliza la mentira y la falsedad para tratar de prolongar su permanencia en el poder nos indica que el régimen es débil, sin sustento social importante, y necesita sustentarse en la mentira y la represión para la dar la impresión de fuerza.
En los últimos años la dictadura ha cometido, y sigue cometiendo errores tácticos y estratégicos que no se han podido aprovechar por la falta de las diferentes corrientes de la oposición y a la ausencia de una estrategia de cómo derrocarla; por lo tanto, las tácticas implementadas, hasta hora, han sido erradas lo que le ha permitido a la dictadura sobrevivir.
Por el continuo rechazo de la población y por no poder desmovilizarla el régimen comete errores tras errores. Al mismo tiempo, por la pérdida de parte de su propia base social los ha obligado a encerrarse más, confiar solamente en los allegados más cercanos, recurrir tanto a la falsedad y a la represión, lo que ha incrementado el peso político de las fuerzas militares.
Por el limitado apoyo popular, desmoralización de su propia base social, la utilización cada día más recurrente de las mentiras y falsedades, el deterioro del nivel de vida de las grandes mayorías, etcétera; todo lo anterior ha permitido el desarrollo del proceso de implosión que todavía no es visualizado por sectores de la oposición y que va hacer un factor que provocará la caída de la dictadura.