Los círculos concéntricos de la dictadura


Una lección que nos enseña la historia política de Nicaragua es que los políticos no aprenden nada de las lecciones de la historia”. 

ORVE

Estamos en una crisis sin precedentes de los últimos 50 años; decenas de miles de ciudadanos buscan una vía para sobrevivir buscando una alternativa al régimen inhumano que nos lleva a todos al abismo: político, social, educativo, sanitario, ambiental, inseguridad alimentaria y económico. Dado que el régimen ha perdido una buena parte de su base social, y, por lo tanto, también poder real y consenso, recurre a una creciente represión para intentar anular el proceso de implosión en desarrollo que se expresa en la descomposición que se observa semana a semana.

La represión no le da legitimidad, porque la mayoría de los ciudadanos rechazan a la dictadura, pero le garantiza el mantenimiento de la fidelidad de los principales círculos de poder. Empeñados en esconder la realidad social, el régimen la sigue falseando, miente, la altera y trata de esconderla. La represión indiscriminada demuestra que el régimen no tiene ningún proyecto de país hacia el futuro, salvo conservar su poder para instaurar una dinastía, la represión es utilizada, también, para incrementar la riqueza y el poder de los principales círculos concéntricos de poder. El “capitalismo de amiguetes” ha llevado al deterioro de la infraestructura productiva, a la caída de los niveles educativos, a la desinversión en investigación pública y al aumento de la deuda.

Su mantenimiento en el poder lo ha logrado rodeándose de círculos concéntricos de poder, de muros de contención, de murallas de protección: el círculo familiar, el círculo íntimo de poder (Porras, Moreno, Rocha, Avilés, Díaz), el círculo de los 40 altos militares y policiales, el círculo de los aduladores, zalameros y aprovechados. A estos les reparte el grueso del botín del Estado en proporciones diferentes.

Luego viene el círculo de políticos comparsas, jueces, magistrados y diputados que le proporcionan uno de los pilares de sustentación y el aura de la legitimidad institucional. Por último, el círculo de turbas, paramilitares, fanáticos, sicarios a su servicio y los tontos útiles. A estos les deja comer algunas migajas del botín del Estado. La mayoría de ellos no tienen capacidad de consumo, compran lo básico. Factor que fragiliza ese pilar de sustentación.

Finalmente, el círculo de los empresarios miopes que como luciérnagas atraídas por la luz de poder giran alrededor buscando algún beneficio o prebendas. La influencia del gran capital se debe a que ellos manejan una parte importante del aparato productivo, empresarial y financiero. Desde el 2007 a la fecha, los banqueros han obtenido las mayores ganancias en toda la historia de Nicaragua. Al mismo tiempo, observamos que no hay un empresario de los grandes que haya fracasado; al contrario, han tenido utilidades y han aumentado sus fortunas porque con el modelo económico del “capitalismo de amiguetes” ha facilitado la concentración de la riqueza. Sin embargo, por el temor a una profundización de las cinco crisis, están dispuestos a negociar con Ortega-Murillo un nuevo equilibrio de poder para estabilizar el modelo de acumulación y frenar, de esa forma, el proceso de implosión en desarrollo.

Al centro de este infierno está el “gran jefe”, controlando todo, ese es su leitmotiv, su razón de ser. Esos círculos concéntricos de poder giran a su alrededor y se mantienen por el campo magnético por la permanencia de Ortega en el poder. Para los anillos de poder es importante la continuidad. Por eso, Ortega no puede aceptar ninguna apertura realmente democrática que pueda incrementar su declive y fracturar el control sobre los círculos concéntricos de poder, aunque puede aceptar negociar una “solución electoral” que le permita ganar tiempo con el fin de desarticular cualquier construcción de un contrapoder.

Dado que el deterioro de la imagen internacional del régimen lo que dificulta el otorgamiento de nuevos préstamos, de nuevas inversiones extranjeras y dinamita las perspectivas de un crecimiento económico sostenido; por otro lado, la posible victoria de Trump podría ahondar su declive y sacudir el tablero geopolítico de centroamericano. Ambas razones, desaceleración económica y gobierno Trump, inclinarán a Ortega a buscar aliados para contrarrestar sus efectos negativos y, por lo tanto, tratará de negociar con el gran capital un nuevo balance de poder, ya que el inmovilismo político ante el incremento del deterioro interno y externo puede tener efectos negativos catastróficos para el régimen.

Es decir, en cortísimo plazo conoceremos una combinación de negociación, mentiras, represión y crímenes para mantener la incondicionalidad de los círculos concéntricos de poder y, paralelamente, tratará de promover un diálogo con los poderes fácticos y los políticos tradicionales como una cortina de humo o instrumento de distracción para ablandar a los poderes fácticos que buscan una nueva correlación de fuerza para el 2024-2026. Todo esto ocurrirá ante un entorno regional y global más desafiante.

El proceso de implosión en desarrollo tiende a romper, debilitar, fracturar o fragmentar esos círculos concéntricos de poder. Ayudar a descomponer esos círculos de poder debe ser la estrategia a seguir por la oposición; no se puede aceptar ninguna propuesta de asistir a un “diálogo o concertación” sin poner líneas rojas (libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados). Aceptar una negociación sin líneas rojas significa ayudar a la dictadura a sortear el tictac de su proceso de implosión y mantener incólume los círculos concéntricos de poder. Pedir que se inicie un proceso de apertura, en el futuro, dentro de los cánones o reglas del régimen Ortega-Murillo es como pedirle a un tigre que se haga vegetariano.

Arrinconado por la combinación de las cinco crisis (económica, religiosa, ambiental, social y política) más su aislamiento internacional, sin capacidad de poder contrarrestar la pérdida de legitimidad externa e interna y sin estrategia precisa, el régimen tratará de implementar la táctica de diálogo con los poderes fácticos, principalmente con el gran capital, para prolongar su permanencia en el poder.

Sin embargo, esa táctica tendría la consecuencia de acelerar la implosión en algunos círculos concéntricos de poder del régimen ya que demostraría su incapacidad total para hacerle frente a la conjunción de las cinco crisis. Pues como dirían los asiáticos: esto equivale a “moverle la cola al tigre” ya que los Estados Unidos ni los movimientos sociales ni algunas plataformas políticos no están dispuestas a aceptar una prolongación del régimen Ortega-Murillo por vía de los arreglos de cúpula sin cambios.

En todo proceso sociopolítico, mientras no sea derrotado totalmente el movimiento social presenta períodos de ascensos y de descensos, de flujos y reflujos como la marea del mar. Estamos en una fase de descenso/reflujo, pero las cinco crisis no se han resuelto, permanecen, perseveran. Ahora el tema principal es saber qué empujará a la gente a continuar realizando nuevas protestas, larvadas y silenciosas; a mi criterio será lo económico y las demandas básicas de la población: salud, empleo, salario, comida, techo y costo de la vida. Por lo tanto, la lucha sociopolítica tiene que adicionar nuevos ingredientes para que se pueda confeccionar que la coyuntura sea aún más desafiante para el régimen.

En política, las casualidades no existen. Existe, sí, la sincronicidad. En Nicaragua están convergiendo en el tiempo la combinación de cinco crisis (económica, social, política, ambiental, religiosa) con repercusiones negativas para el régimen, ya que lo hace más débil de cara a su capacidad de gobernar. A estas cinco crisis hay que agregarle la crisis en la Costa Caribe a raíz de la ruptura con YATAMA y el actuar de los colonos, apoyados por el régimen, en detrimento de la propiedad de las tierras de las comunidades indígenas. Hay errores políticos del régimen que, en vez de amedrentar a la población, les abre los ojos.

La precarización del mercado laboral tiene una estrecha relación con la erosión que enfrenta el sistema productivo. La consecuencia se puede observar en la afectación que existe en el bienestar de las familias, la pérdida de empleo, la informalidad laboral, los bajos salarios y la concentración del ingreso han causado el incremento de la pobreza. Paralelamente se está produciendo una mayor concentración de la propiedad urbana y rural y la riqueza.

Las pequeñas y medianas empresas, endeudadas y con inciertas salidas de mercado, dudan en invertir, reducen empleos y salarios. Los hogares arruinados, reducen el consumo, favorecen el ahorro preventivo y posponen sus compras de bienes duraderos. El régimen se verá obligado a sanear las finanzas públicas e implementar la austeridad salarial en los empleados estatales o reducir el personal de las instituciones estatales y/o municipales, lo cual incrementará el descontento social de quienes pasen al ejército de los desempleados y/o a la informalidad laboral.

La inversión fija bruta se ha deteriorado. El crecimiento lento se expresa en el cierre de negocios, el incremento del desempleo y menores niveles de confianza. Sobre la inversión no se estima cuándo habrá recuperación, pero implica que la actividad económica se estanque y/o su recuperación en el crecimiento del PIB sea lenta para el período 2024-2026.

En el 2024-2026, la economía nicaragüense continuará siendo excluyente e inequitativa. La mayor parte del crecimiento económico se concentrará en pocas manos. No hay una voluntad política estatal para redistribuir el ingreso. Actualmente, la economía sólo funciona para una parte de la sociedad y las desigualdades crónicas son cada vez mayores.

En la intimidad, los distintos círculos concéntricos del poder dictatorial, están angustiados (o deberían estarlo) ante una economía de agujero negro, sin posibilidades de una recuperación real en el corto y mediano plazo. En todo caso, las previsiones para el 2024-2026, son de crecimiento limitado. En ese contexto, preocupa también el factor hambre, la inseguridad alimentaria, porque se ha reducido la actividad laboral formal y los recursos disponibles de las personas para adquirir la canasta básica alimentaria.

Ante esa posibilidad real, las actuales decisiones económicas del régimen tratan de evitar que la situación económica los obligue a doblar el rey, evitar la implosión y negociar una salida política que no sea del agrado de sus intereses estratégicos. Es la economía la que puede dar el último empujón a la caída de la dictadura. Razón por la cual forzará al régimen a buscar cómo establecer un “nuevo pacto” con los representantes del gran capital empresarial y financiero.

Vivimos una situación crítica de la calidad de vida de los nicaragüenses, Nicaragua se ha vuelto un país hecho jirones tras 17 años de dictadura Ortega-Murillo (2007-2024). El embrollo actual no podía ser más complicado para cualquier estratega: una pareja dictatorial enloquecida por conservar el poder, una oposición sin estrategia definida para salir de la dictadura y todo en medio de una represión indiscriminada que parece haber reducido las posibilidades de salir de la dictadura en el corto plazo.

Dado las condiciones represivas, al orteguismo hay que derrotarlo subrepticiamente, a hurtadillas en las casas y en el barrio. A pesar de la represión, la gente no apoya al régimen, la gente está dispuesta a organizarse alrededor de una estrategia, la gente quiere resultados, la gente es favorable a la implosión ya que ven como la única posibilidad de realizar una transición pacífica no violenta. Es el momento que la oposición debe de asumir una estrategia que genere una energía a favor del cambio, es el momento de apropiarse de la estrategia de la implosión.

En las últimas semanas Ortega comete metedura de pata tras metedura de pata y observamos cómo se atrofia el poder dictatorial, estamos en presencia de un Ortega declinante. Su actividad política es ciega, juega constantemente al mal menor, juega a lo malo para evitar lo peor. Ortega no tiene la voluntad de cultivar vínculos distintos con diferentes actores en función de los intereses del país. La realidad política cotidiana ha demostrado los límites de esa estrategia que se basa en mantenerse en el poder sin ofrecer un nuevo balance de poder para superar la crisis.

Se ha visto que sus estrategias de violencia y represión no han tenido efecto para anular el descontento social. Los discursos violentos y/o amenazantes pretenden disuadir a quienes son favorables al cambio. La gente se da cuenta que la descomposición del régimen avanza. Hay procesos que se están produciendo al interior del orteguismo. Se ha hecho visible que existen sectores que tienen distintas visiones. Unos dicen que el cambio es inevitable y quisieran negociar una salida, mientras que el primer anillo del poder (la familia + el círculo más cercano) no quieren ninguna negociación. Es en los otros círculos concéntricos del poder donde se están produciendo los cambios. Esto va más allá de las purgas recientes: es un proceso sociopolítico que conduce a la implosión del régimen.

El régimen Ortega-Murillo se hundirá como el TITANIC con sus alcances simbólicos, metafóricos y reales, a pesar que se presenta como un gobierno como indestructible, en el papel, sin embargo, en la práctica las grietas provocadas por el proceso de implosión acabarán por hundirlo más temprano que tarde. Es decir, por el cúmulo de errores y decisiones estúpidas la crisis se continúa profundizando y la curva descendente de la base social del régimen no se aplana ni las grietas internas de los círculos concéntricos de poder desaparecen, la tendencia es a empeorar.

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