Toda victoria política es precedida en el campo de las ideas. El discurso de la dictadura repetitivo, mentiroso y vacío nos demuestra que ha perdido la batalla de las ideas. Falta transformar la superioridad de las ideas en una estrategia y tácticas que nos conduzcan a su derrocamiento. Por eso es importante implementar la estrategia de implosión aprovechando el síndrome de la rana.
Algunos factores importantes a tener en cuenta
Nicaragua continúa siendo dependiente del exterior ni puede desconectarse de la economía norteamericana. El dólar ostenta un papel preponderante en el sistema financiero nacional debido a que más del 90 por ciento de transacciones en divisas involucran al dólar. El sistema de pago internacional de la facturación comercial depende del SWIFT y de la mecánica financiera de Estados Unidos.
Las desigualdades de la sociedad nicaragüense se manifiestan en su profunda pobreza y la riqueza concentrada en pocas manos, lo que resulta en malas condiciones de vida de las grandes mayorías y en condiciones heterogéneas de salud en una población con una desigual distribución del excedente económico entre las clases sociales. A ellas se añaden precarias condiciones de trabajo, alta informalidad laboral, desempleo, bajos salarios y una deficiente productividad laboral.
La raíz de los problemas de la economía está en la política. Las expectativas inestables influyen negativamente en los empresarios y su falta de confianza limitan las nuevas inversiones. Por otro lado, el sector industrial ha disminuido su influencia en la política económica, contrariamente a la influencia del sector financiero. El país depende cada día más de las remesas para mantener el consumo interno y el sector servicios.
El incremento de los impuestos de diferentes tipos son la mayor fuente de ingresos del régimen, desde las multas de tránsito, hasta el incremento de las coimas. El presupuesto de egresos no incluye el mejoramiento de las pensiones, becas ni existe un programa social para disminuir la pobreza y la desigualdad.
Control social
Provocar el miedo y utilizar la mentira son dos pilares de la táctica política de la dictadura. La política edificada sobre el temor hace que sectores amplios de la sociedad se abstengan a manifestar abiertamente su desacuerdo con la dictadura por miedo. Es el miedo a la represión contra todos y todas. Sin embargo, su ceguera política no le permite ver las consecuencias de sus actos ni valorar el grado de aislamiento ni percibir los niveles de su fragilidad.
Mientras tanto, el negacionismo en la cúpula del régimen se mantiene, al punto de negar las causas de las protestas y del descontento sociopolítico de la mayoría de la población, al tiempo se extiende el control social por el método de la represión. Esa represión indiscriminada ha provocado el reflujo del movimiento social y paralelamente el desarrollo silencioso del proceso de implosión. Este control ha tomado un rumbo preocupante: menos derechos, menos libertades y más represión con el objetivo consolidar un proyecto a la medida de la cúpula en el poder.
Ortega no concibe la democracia como un fin, como un marco de convivencia y libertad, sino que la asumió como un medio para conseguir el poder y, como una herramienta, prescindible de ella cuando no resulta útil para sus propósitos dinásticos. Observamos a un Ortega desbocado que no entiende de las reglas más básicas de la democracia, que insulta, desacredita, conspira, reprime e impone sus criterios.
Ortega se cree impune, ha logrado imponer sus propias reglas en el tablero político nacional para amarrarse al poder y que permita que una minoría controle el país. Desde el 2007 hemos asistido a la promulgación de leyes propias de un régimen dictatorial y ha utilizado al ejército, la policía y a los paramilitares y el silencio de la cúpula empresarial y financiera para perdurar en el poder.
Cada día percibimos más las ansias de construir una dinastía familiar, esta voracidad por el poder absoluto es cada día menos sutil, socavando todo vestigio de libertades y de respeto a los derechos humanos, privilegiando a los círculos cercanos y maniobrando en la oscuridad con quienes empiedran/pavimentan el camino de la sucesión familiar. Ortega juega sucio y la lucha política se convierte en una lucha desigual controlada por los anillos del poder.
En los últimos meses son pocas las noticias que aportan novedades sustantivas, prácticamente desde el destierro de los 222 presos políticos la política nacional ha permanecido estática. Las noticias se limitan a observar la represión, el incremento de la desigualdad, la acelerada migración, el aumento del desempleo, la falta de inversiones productivas y de la pobreza. Mientras tanto, Ortega busca como mantener el inmovilismo político-social, el statu quo, que le favorece; sin embargo, Ortega ya no es ni la sombra de aquel malabarista político, capaz de sortear, emparchar y superar una crisis, ahora no ha podido formular una alternativa viable y ha entrado en una fase de cometer error tras error perdiendo legitimidad, generando pánico por su alianza con Rusia y China. Por el momento, asistimos a una tensa situación de desgaste y de espera.
El objetivo de Ortega es no ceder espacios políticos que puedan agrietar aún más su frágil base social manteniendo el statu quo de control político en el país, ya que cualquier disminución profundizaría, ensancharía, amplificaría las grietas que están abiertas entre los poderes fácticos y los anillos de poder lo cual, sin duda, debilitaría todavía más al orteguismo, lo que le hace apostar más por incrementar de la política represiva.
Los chinos usan el refrán “una rana en un pozo no puede concebir el océano” para describir que esa rana se siente orgullosa de su situación hasta que una tortuga le describe el exterior y ella no es capaz de entenderlo. Llevado esa metáfora a la política nicaragüense, el dúo Ortega-Murillo son tan soberbios e ignorantes que han cometido el error estratégico a reprimir a la iglesia católica (sacerdotes, monjas, jesuitas y otras congregaciones religiosas) uno de los poderes fácticos con un gran peso político, social y cultural a nivel nacional e internacional, sin medir las consecuencias de sus actos que los ha llevado a mayor aislamiento internacional, incrementar su fragilidad interna, lo que nos indica que su caída se acerca por el aceleramiento del accionar de las termitas. La política de Ortega busca como asegurar la sucesión familiar, al mismo tiempo esa misma política truncará la sucesión dinástica.
Mientras todo esto sucede, algunos poderes fácticos externos e internos siguen pensando por una solución de la crisis a través de la promoción del diálogo para reducir la tensión, la famosa salida al suave. Esos poderes fácticos apuestan por abrir canales que quizás puedan servir para una potencial negociación. Aunque todas estas apuestas por el diálogo son, sin duda, en corto plazo una ilusión ya que Ortega no está interesado negociar nada que no sea su permanencia indefinida en el poder. Todo apunta que todavía habrá que esperar para conocer algún avance en esa dirección.
El síndrome de la rana
El síndrome de la rana indica que, si una rana se la pone repentinamente en agua hirviendo, saltará, pero si la rana se pone en agua tibia que luego se lleva a ebullición lentamente no percibirá el peligro del agua hervida y se cocerá hasta la muerte. El aumento de la temperatura es tan sutil que su cuerpo se irá adoptando al cambio, que finalmente muere hervida, sin darse cuenta.
El síndrome de la rana es una analogía que se usa para describir un fenómeno ocurrido cuando un problema social, político o climático es progresivo y sus daños no pueden percibirse inmediatamente o en el corto plazo. Esta historia se usa como una metáfora de la incapacidad o la ceguera política de una cúpula de poder a reaccionar o ser consciente de las amenazas que surgen gradualmente.
En Nicaragua, el aumento del descontento social ha generado el desarrollo de un proceso sociopolítico de implosión que es lento y que el régimen no puede percibirlo en su real dimensión. al auto engañarse de tener el país bajo control o “normalizado”. Su problema radica que cuando tome consciencia de las dimensiones del peligro, no tendrá la capacidad ni la energía suficiente para contrarrestarlo y evitar su caída, ya que habrá gastado todo su empuje en producir miedo, generar mentiras y reprimir.
Esta fábula de la rana no refleja lo que en realidad pasa en el proceso de descomposición sociopolítico, pero funciona como una metáfora perfecta para describir lo que está ocurriendo en el proceso en desarrollo de la implosión. El error de la dictadura es que piensa que, a través de las tácticas represivas, el miedo y las mentiras son suficiente para lograr la “normalización” del país. No han tomado conciencia que con esas tácticas no resuelven los problemas de desempleo, pobreza, corrupción y desigualdad que son los verdaderos factores que permiten el proceso de la implosión del régimen.
Al igual que la rana, la cúpula y los principales anillos del poder creen haber normalizado a la población que le permita permanecer indefinidamente en el poder y desprecian los cambios que en el subsuelo social y en el subconsciente colectivo que alimentan las termitas que carcomen los pilares de sustentación de la dictadura. A pesar de que nos encontramos en esta fase de reflujo sociopolítico las personas siguen expresando, en silencio, malestar, rechazo, repudio o sentimientos negativos respecto a la dictadura, elementos que siguen alimentando a las termitas.
Aunque la gente no hable, no expresen su públicamente su resistencia, la dictadura les sigue haciendo, a través de la represión indiscriminada, la vida miserable a más del 80 por ciento de los ciudadanos. No importa que no hablen o que no se manifiesten o si no dicen lo que está sucediendo en el país, pero el desarrollo de la implosión continúa subterráneamente sin que nos demos cuenta, de igual manera como el agua de la olla que se calienta poco a poco sin que la rana tome conciencia de ello.
La falta de percepción realidad de parte de la dictadura y sus aliados produce que no exista ninguna reacción o cambio en su política cotidiana o que su reacción sea tan tardía que la situación ya no tenga remedio para ellos. El mal ya está hecho y es imposible revertir los efectos. La dictadura está reaccionando igual que la rana, salta si los cambios son repentinos, como sucedió en el 2018/2019, prometiendo elecciones para el 2021 para ganar tiempo y pervertir/estropear/desarticular las protestas. Sin embargo, las termitas continúan carcomiendo de manera silenciosa los pilares de la dictadura, la cual no encuentra un antídoto para parar el proceso de descomposición lo que facilita el éxito de la implosión a la espera de un cisne negro.