A raíz de la matanza del 30 de mayo del 2018 el gran capital, a diferencia de los hombres y mujeres que se la rifaron en las calles para botar a la dictadura, se hicieron ojo de hormiga para cooperar en favor de una salida al suave contraponiendo a la demanda de la caída inmediata de la dictadura que se demandaba en las plazas, tranques, calles de las ciudades.
A mí me gusta más entender los matices y comprender las complejidades del país. Vivimos un periodo que debiera de ser más reflexivo y no tanto impulsivo. Las reglas del juego político no la estamos nosotros. Tenemos que ver de qué manera jugamos mejor en el escenario político nacional actual.
El viejo orden sociopolítico
A partir del 2018 el viejo orden sociopolítico se está muriendo y el nuevo contrapoder está naciendo a una velocidad muy lenta, en esta fase transicional ha surgido un régimen que mantiene una economía atrasada, rentista, sin perspectiva, colapsando desde adentro. La deuda pública, externa e interna, crece más rápido de los que la economía puede pagar.
Hasta ahora lo que hemos visto es que la dictadura tiene un proyecto político dinástico. No tiene un proyecto sociopolítico y económico para el desarrollo del país y lo que intenta hacer es simplemente acciones represivas de carácter destructivo y una campaña de miedo permanente para conservar el poder el poder y seguir aprovechando del botín del Estado. Ellos necesitan de la crispación para mantenerse en el poder.
Sin embargo, no han podido generar credibilidad y confianza. Anularon los sindicatos, las cámaras empresariales, los medios de comunicación independientes, persiguen a la iglesia, anulan a los organismos no gubernamentales, ha minimizado el gasto social por habitante, ha incrementado el gasto militar-policial, etcétera. La dictadura aplica una política depredadora librando una represión “tous azimuts” para privar a los ciudadanos de la libertad, bloqueando cualquier oposición a través de duras leyes para permanecer en el poder. La dictadura, de hecho, ha transformado al país en un estado fallido.
La adicción al poder y su amor al dinero son amenazas para la armonía social y, por lo tanto, para el mismo régimen. La nueva clase orteguista busca monopolizar los ingresos, los negocios y las tierras de forma depredadora deteniendo la prosperidad y el desarrollo del país. Esta adicción a la riqueza y al poder ha conducido a prácticas corruptas, depredadoras y socialmente dañinas. La sociedad se ha vuelto rehén de la arrogancia, la soberbia y la codicia de los miembros de los principales anillos de poder que convirtieron en millonarios a través de un enriquecimiento inexplicable.
La oposición
La oposición no es homogénea, pero es necesaria la unidad para avanzar juntos para construir un contrapoder que permita la derrota/derrocamiento de la dictadura, desunidos es imposible lograrlo. Y, por eso, es un elemento fundamental en la estrategia de lucha contra la dictadura: la táctica inmediata es unir a la oposición, coser su unidad y entender que no se puede descolgar a nadie de este proyecto.
Para eso es necesario tener una visión, un programa mínimo que recoja las demandas más importantes de la mayoría de la población. Y también es fundamental tomar en cuenta que existe una doble capitalidad. Hay que tomar en cuenta a los poderes fácticos y la propia dinámica de los de a pie, que es muy diferente a los intereses de los de arriba. Necesitamos tener un rumbo claro. No se puede improvisar.
Una de las debilidades es que no tiene un proyecto económico de desarrollo y no sabe exactamente la estación de destino. A cada rato promete proyectos que no logra ejecutar, a la falta de una estrategia de desarrollo económico suele revivir proyectos fracasados como la construcción del canal interoceánico. Por eso la oposición no puede tener un mensaje demagógico, fácil, de brochazos. Hay que respetar a las personas; y respetarlas es, entre otras cosas, no engañarlas y no decirles que con la caída de la dictadura se acaban todos los problemas.
La pérdida del poder adquisitivo a causa del incremento de la inflación, el desempleo, los bajos salarios y las pensiones raquíticas siguen y seguirán siendo un quebradero de cabezas para la gran mayoría de las familias, después de quince años de dictadura. Debemos de explicar que mientras la dictadura se mantenga en el poder los problemas se van agudizar, la única manera de comenzar a resolverlos, poco a poco, es con la caída de la dictadura.
La estrategia
La estrategia principal en la lucha en contra de la dictadura es someterla sin luchar de frente, disminuyendo los peligros de caer preso de los opositores. El trabajo debe ser fragilizar los pilares que sostienen a la dictadura. Es la estrategia de la implosión. Para facilitar la implosión se debe de golpear los principales anillos de poder con el objetivo que la dictadura se derrumbe como las casas que han sido carcomidas por las polillas, las termitas. Las personas que abandonan las filas del orteguismo, de manera abierta o encubierta, deben de ser tratados con respeto para fomentar el abandono de su base social e incrementar la implosión.
La estrategia de la implosión no significa no hacer nada. Significa implementar una estrategia que debilite los anillos de poder sin enfrentarse cara a cara de manera directa. Por lo tanto, la estrategia significa alimentar las termitas. El conjunto de los opositores tiene que entenderlo para que dejen de atacar a las termitas que aún permanecen en las instituciones del Estado. Por otro lado, hay que estar claro que el tiempo político ya no favorece a la dictadura y por lo tanto sus errores serán mucho más frecuentes y debemos de aprovecharlos para debilitarla más y más.
El arte de la lucha de las termitas se tiene que basarse en el engaño, no mostrar los avances del proceso de implosión para evitar la represión. La estrategia es hacer creer que somos débiles para que nos permita seguir alimentando a las termitas. Tenemos que sembrar y fomentar el disenso en las filas del orteguismo para debilitarlo más. Para lo cual es necesario mostrar la realidad económica y social con los mismos datos que brinda la dictadura, explicar que la situación es y será cada más difícil mientras permanezca Ortega en el poder.
Hay que tener conciencia que sin un análisis cuidadoso de la coyuntura no podemos elaborar una estrategia victoriosa, solamente un análisis concreto nos permite tener más posibilidades de triunfar. Por la falta de una estrategia basada en la realidad socioeconómica se han perdido batallas políticas que se iban ganando. La oposición no puede movilizar a la población sin tener una estrategia claramente establecida.
El problema de Ortega es que la crisis general del país se continúa prolongando por mucho tiempo, lo cual repercute negativamente en la credibilidad de la dictadura. Eso significa que la prolongación de la crisis la debilita en lugar de consolidarla. La prolongación permite que los funcionarios medios y su propia base social orteguista vayan tomando conciencia que con Ortega en el poder no se resuelve los problemas principales del país, transformándose en termitas.
Una de las mayores debilidades de la dictadura es empobrecer a la población en general y a su propia base social sin darle perspectivas de un futuro mejor. Por eso que sus acciones erradas (por ejemplo, la persecución a la iglesia católica) se transforman en un bumerang que los golpea con más fuerza a ellos mismos.
Si el país se empobrece a causa de las políticas erradas, la dictadura pierde base social y se debilita, aunque incrementa la represión, porque se deteriora el bienestar de las grandes mayorías, incluyendo una clase media raquítica y empobrecida. La larga campaña represiva se ha transformado en una lacra en detrimento del empleo, el poder adquisitivo, las pensiones, los salarios reales, la calidad de la educación y la salud.
Si fomentamos la deserción de la base social orteguista estaríamos implementando la estrategia de la implosión y por añadidura se refuerza las propias fuerzas de la oposición. Hay que ganar sin violencia, sin combatir de frente.