El posible exilio
El posible exilio del obispo Rolando Álvarez es víctima de la estrategia de “el poder y la muerte” que la dictadura Ortega-Murillo implementa desde el 2018, pero también es producto de la orfandad estratégica de la oposición y del desamparo de los otros obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN). La captura de Álvarez puede ser la eliminación del último baluarte de la resistencia dentro de la iglesia de Nicaragua frente a la represión de “tous azimuts” practicada por el régimen. Por lo menos, ese es el objetivo que tiene Ortega-Murillo.
En un hecho que puede ser histórico, la CEN, quizá, entregue sus banderas. Todo indica que la Iglesia católica caerá como cayeron los otros poderes fácticos víctimas de sus ilusiones políticas y de sus corrosiones internas. La pérdida de la voz del Obispo Álvarez significa que el 80% de la población queda desabrigada, por la falta de organización y estrategia de los sectores opositores, y de la complicidad silenciosa de los otros Obispos.
Los acuerdos de marzo de 2019 y el exilio del obispo Báez
La simulación del régimen de cumplir con los acuerdos de marzo de 2019 con los compromisos, avalados por el Vaticano (a través del Nuncio Apostólico) y por la mayoría de los obispos fue lo que aceleró la desactivación del movimiento social, favoreció a la permanencia de la dictadura y facilitó el exilio del obispo Báez. A partir de esa fecha la CEN olvidó su compromiso de mayo de 2018 de promover activamente: democracia, justicia social y defensa de los derechos humanos.
Esa posición es un mal añejo que ha carcomido la resistencia de las autoridades de los obispos de la CEN frente a la represión orteguista. A partir de ese momento, el fin previsible, por la desarticulación fomentada por la estrategia del Nuncio Apostólico después del 2019, desembocó en la pérdida del alfil estratégico dentro de la CEN. La dirección política de la CEN quedó en las manos laxas de una alta jerarquía sin estrategia para el manejo del actuar cotidiano en relación al poder. Al mismo tiempo, se produjo un cambio en la correlación de fuerzas al interior de la CEN favorable al silencio y la cohabitación.
La CEN no reaccionó en el caso del exilio del estratega de la CEN, a partir de esa fecha los obispos tomaron una “sana distancia” de los objetivos de la rebelión de abril de 2018, que los feligreses sin entender las consecuencias aceptaron. Acostumbrados a batir palmas ante todo dicho por los obispos de la CEN, no supieron interpretar el letal anuncio. En ese momento, Ortega tomó conciencia que la CEN en su conjunto no tenía voluntad de desafiarlo. Se los va a meter, políticamente, en la bolsa, pensé yo y lo escribí en su momento.
El temor de la dictadura
La represión hacia el obispo Álvarez, el organizador de la CEN, indica que el temor de Ortega-Murillo es que se transformará en el núcleo aglutinador del 80% de la población, hoy sin dirección ni estrategia. La estrategia de Álvarez era reactivar el movimiento social alrededor de la iglesia, partiendo de su influencia en las sedes eclesiásticas de Matagalpa, Estelí y Suina. Por eso lo enviarán al exilio o lo dejarán en casa por cárcel. Sin la actividad del obispo Álvarez es muy factible que la iglesia católica, representada por el Cardenal Brenes, llegue a un compromiso de cohabitación con el régimen con el aval del Vaticano.
Sin sus dos principales alfiles, el estratega y el organizador en el terreno de los hechos concretos puede significar que la Iglesia católica pierda su papel de liderazgo en la lucha a favor de la justicia social, la democracia y los derechos humanos. Es decir, el “dictum” del dictador seguirá prescribiendo el qué, cuándo y sobre todo de qué manera va actuar o expresarse, en el futuro, los poderes fácticos.
El cardenal Brenes y el Vaticano
La visita del Cardenal Brenes al Obispo Álvarez, con el visto bueno del régimen, tiene dos propósitos: convencer a Álvarez de salir al exilio de manera voluntaria, como sucedió en el caso del obispo Báez, o qué acepte su sometimiento a la línea política del dictador para poder permanecer en el país sin casa por cárcel. Ambas alternativas, son poco probable que sean aceptadas por Álvarez. En este contexto, se abre la tercera posibilidad que es: que sea, forzosamente, enviado al exilio como hicieron en 1986 con el Obispo Pablo Vega (con un alto costo político interno e internacional) o mantenerlo en casa por cárcel (con un costo político menor). Sin embargo, la dictadura apuesta a que el Vaticano decida, aconsejado por Brenes, por una solución similar al caso del Obispo Báez.
Por su lado, el cardenal Brenes ha declarado que espera que “la razón y el entendimiento abran camino a la solución”, sin explicar el significado de sus palabras. Por otro lado, el secretario del Vaticano para América Latina dijo que el silencio del papa Francisco “no significa inactividad o falta de decisión y en el momento que vea prudente tendrá una intervención”. Posiblemente, la presencia del Cardenal Brenes en Roma, en los próximos días, para asistir al Consistorio de Cardenales (a partir del 27 al 30 de agosto de 2022) convocado por el papa Francisco para la discusión de la constitución “Praedicate evangelium”, posiblemente será la oportunidad para determinar qué posición adoptará el Vaticano en el caso del obispo Álvarez.
En la lógica del poder de parte del Vaticano y del Cardenal Brenes, la preservación del accionar de la institución de la Iglesia católica tiene más importancia que el exilio de dos obispos y/o de varios sacerdotes en la cárcel. Por lo tanto, las negociaciones de Brenes con la dictadura pueden estar encaminadas a una negociación que permita el funcionamiento “normal” de la Iglesia católica a cambio de la salida del país del obispo Álvarez y de algunos sacerdotes, hoy encarcelados. El desprestigio de la Iglesia se agudizará si Brenes acepta ese tipo de negociación.
Relación Iglesia católica-Estado
En la historia de la relación de la Iglesia católica–Estado en Nicaragua existe el antecedente, es el hecho concreto que el Arzobispo Alejandro González y Robleto (1884-1968) declaró “Príncipe de la Iglesia” al fundador de la dinastía somocista: Anastasio Somoza García. Lo que quiero señalar es que en la lógica de la Iglesia católica es más importante tener buenas relaciones con el poder de turno, que estar a favor de los derechos humanos. La corrupción no es sólo a través del dinero sino, también, por las prebendas que se dispensan.
La Iglesia católica nunca ha sido monolítica, ni en lo doctrinal, ni en lo político. Hasta 1970 en Nicaragua la Iglesia no había tenido un papel beligerante en lo político, todo lo contrario había sido sumisa al poder. En los años 60 y comienzos de los años 70 del siglo pasado se produjeron cambios internos en la Iglesia universal con el Concilio Vaticano II (1962), la Conferencia de los Obispos en Medellín (1968), y al interior de Nicaragua con el fallecimiento de González y Robleto (1968) y el nombramiento de Miguel Obando y Bravo como nuevo Arzobispo de Managua en 1970, al mismo tiempo se produce la continuación de la dinastía de los Somoza, con la elección fraudulenta de Anastasio Somoza Debayle (1967).
La Iglesia sin sus principales alfiles
La estrategia del Cardenal Brenes ha sido “diálogo y cohabitación”, sin ninguna pretensión y tratando de ser objetivo, pienso que esa estrategia conducirá a un posible descenso de la influencia de la Iglesia católica entre los ciudadanos que la apoyaron desde abril de 2018. Para muchos feligreses les duele ver abandonada su esencia popular, pero no deben olvidarse sus méritos. Así fue y así se le recordará. La cúpula de la Iglesia católica está, políticamente, ciega y parece no tener remedio. ¿En el futuro es evitable la pérdida de feligreses en beneficio de las denominaciones evangélicas?
Frente a esta realidad sus feligreses están confundidos, desconcertados, no entienden qué pasó. Quizá pronto muchos de sus feligreses viajen a nuevos territorios religiosos. Para otros serán momentos de amargura y frustración. Todos estos elementos nos regresan a los primeros renglones en que afirmó que la represión al Obispo Álvarez, el posible exilio del organizador, será para la Iglesia católica entrar en una fase de hibernación. Con una posición tímida frente a la dictadura, sin líderes ni propuestas propias y en serio proceso de desprestigio. Ante ese vacío parece que el Cardenal Brenes, como último recurso, adoptará la estrategia de la “cohabitación”, mezclar agua y aceite.
Al Cardenal Brenes, sin sus alfiles, Báez y Álvarez, le falta concisión, estrategia, a pesar de su arrastre popular no puede ganar las próximas batallas. La población le está pidiendo una actitud firme frente a la represión que sufre la Iglesia por claras razones. El problema de Brenes es que no puede continuar cediendo porque perdería mucho de su magisterio. No puede perder otra vez la batalla, ya la perdió dos veces, perdió a Báez y Álvarez. El cardenal Brenes sin sus principales alfiles opta por la “cohabitación”. Sin embargo, no está preparado para lo que sigue.
El mensaje pastoral de la Iglesia
El mensaje pastoral de la Iglesia se disolvió en el tiempo, su propuesta original de democracia y justicia social fue estupenda en el 2018. La Iglesia católica esparcía sus dones mediante acompañamientos al pueblo movilizado. Ahora, todo ello son ruinas. La relación Iglesia/Pueblo, en todo el país, ha cambiado y las organizaciones populares han sufrido la represión. La mayoría de la CEN se quedó atorada, insensible, en absoluto silencio, unida con falsos pegamentos. Ha sido sorda ante voces de alarma.
Por su parte, las expresiones opositoras han priorizado reaccionar con acciones tácticas (está bien), pero no analizan el significado de la combinación de los casos, Báez, Álvarez y los otros sacerdotes en la política nacional. De parte del Vaticano, Unión Europea, EE.UU., OEA no va haber ninguna acción importante, salvo, en el mejor de los casos, algún comunicado que no va a cambiar la decisión de Ortega-Murillo de someter a la CEN a sus designios, permanecer en poder y evitar su implosión a través de la represión.
Mientras todo eso sucede, escucharemos voces, de parte de sectores de la oposición, favorables a establecer un diálogo con la dictadura en las actuales condiciones. La oposición no tiene en su radar la estrategia de debilitar los pilares de sostén de la dictadura con el objetivo de acelerar su implosión.