En el 2022 la verticalidad del poder es la estructura política centralizada en cuyo vértice se halla Ortega-Murillo.
En el 2007, el paisaje político alrededor de la pirámide del poder estaba jalonado por construcciones varias, que albergaban otras instituciones y organizaciones. Con el tiempo, se hicieron cada vez menos independientes que se vieron obligados a someterse en el vértice de la pirámide del poder.
Por ejemplo, los alcaldes electos fueron sustituidos por otros nombrados a dedo por la cúpula del poder; la oposición real fue reprimida, encarcelada o exiliada; los líderes potencialmente peligrosos para la dictadura fueron encarcelados o exiliados. Para el 2021, la pirámide del poder ya se había cerrado a cal y canto y en su interior la lealtad al líder es el supremo valor.
La nomenclatura es el sistema de funcionarios que son uno de los pilares de sostenimiento o parte de la columna vertebral del sistema. En el sistema político nicaragüense existen dos fachadas, una formal y la otra real sustentante desde El Carmen de dónde emanan las directrices a los principales funcionarios y alcaldes, que, a su vez, transmiten el mensaje a sus subordinados y estos a la base social orteguista.
La obediencia se asegura con recursos que van desde el sostén financiero, puestos de trabajo, prebendas o veladas alusiones a los peligros que acechan en el exterior de la pirámide del poder. El factor económico, a su vez, sirve, también, para incentivar las lealtades, ya que obtener un cargo dentro del presupuesto de la república depende de la voluntad de Ortega.
Los partidos comparsas, los sindicatos blancos y las organizaciones orteguistas contribuyen a la apariencia de pluralidad, pero todos ellos son dependientes del poder. Todos los dirigentes de esas organizaciones cumplen la función de líderes de opinión pública.
Todas las estructuras armadas centrales (policial, ejército, seguridad y paramilitar) y sus delegados departamentales y municipales tienen su propia estructura verticalidad de poder, pero la coordinación y mando de estos cuerpos armados no se da en el ámbito departamental, sino que obedecen a las directrices emanadas del poder íntimo que encabeza Ortega.
En el año 2022, a nivel de los hogares se prevé una contracción del poder adquisitivo en comparación al 2021 debido a: la inflación, desabastecimiento de productos importados, pérdida de poder adquisitivo de los salarios, desempleo, incremento del empleo informal y estampida de la mano de obra cualificada. Todo lo anterior se traduce en un golpe duro al 80 por ciento de la población. La guerra en Ucrania ha acelerado la tendencia de la contracción de la economía mundial con repercusiones negativas para Nicaragua: por altos precios del petróleo, los alimentos, los fertilizantes y los productos importados.
Por su lado, la dictadura logra convencer a una parte de la población de que las sanciones internacionales son los verdaderos causantes de los problemas socioeconómicos del país y, por el otro, acallar al resto de la ciudadanía a través el control de los principales medios de comunicación, con multas y amenazas para que no publiquen la verdadera situación del país.
En estos momentos, la escalada autoritaria para controlar la sociedad es muy evidente, con draconianas medidas para que los medios se limiten a propagar la versión oficial o reproducir la nota roja, accidentes de tránsito o noticias internacionales. También se vive una fase de supresión de cualquier vestigio de independencia de pensamiento cancelando y/o prohibiendo universidades, organismos no gubernamentales, organizaciones defensoras de los derechos humanos, etcétera. Todo ello con el objetivo de conformar una opinión pública que no tenga otra visión de la realidad nacional salvo la visión oficial, sin pensamiento crítico. En Nicaragua, pensar se ha vuelto peligroso.
Por el temor que el proceso de IMPLOSIÓN fracture esa verticalidad del poder establecida desde el 2007, es que el régimen ha incrementado la represión con el objetivo mantener el sistema dictatorial.