La obsesión del régimen

  1. El régimen ha concluido que su objetivo no es gobernar con acierto en beneficios de todos, sino controlar el relato público y por eso concentra sus esfuerzos en pretenderlo y amedrentar a quienes se interpongan.
  2. Sería ingenuo esperar que la dictadura reconozca que todo está patas arriba, de la patada. Pero, no hay dictador que haga tal cosa, prefiere repartir culpas entre el imperialismo y los infaltables “agentes extranjeros”, las fuerzas oscuras o elige mentir. Ortega piensa que aceptar sus pifias y disparates solo serviría para darle munición a los opositores, raspar su imagen y mostrarse débil. Por eso la creciente hostilidad hacia los periodistas independientes es tan obvia.
  3. Para el régimen se ha vuelto imposible aceptar cualquier acto revelador o crítico en vez de mera propaganda. No quieren otra óptica que la suya. No le basta el poder, desean el monopolio de la verdad. Es decir, la relación de la dictadura con los periodistas independientes es abiertamente agresiva, con ataques, presiones, dimes y diretes que ahora ha alcanzado incluso el encarcelamiento o la necesidad de exiliarse para preservar su integridad física.
  4. De ese modo, todo relato público la dictadura lo distorsiona. Los hechos dejan de tener valor absoluto, las estadísticas se adulteran, lo evidente se desvanece en insultos y la realidad pasa a ser un espejismo. Militantes y simpatizantes del orteguismo festejan que ocurra así, porque no pueden o no les conviene pensar fuera del marco de las consignas.
  5. El régimen rebasado por las redes sociales como mecanismo primario de comunicación no puede resistir el oleaje de la verdad de los hechos. Sin embargo, personas urgidas en desear una salida a las cinco crisis, se lavan las manos de la represión a la libertad de información, dejan de pensar y actuar con criterio independiente, terminan creyendo el relato de la dictadura.
  6. El mejor truco del mentiroso es llamar mentiroso al adversario o al periodismo independiente que lo atrapa en la mentira, la corrupción y la ineficiencia; el dictador tiene la esperanza que el ardid le funcione para resguardar su incapacidad y seguir negando que la situación está de la patada. Los hechos siguen ahí, es el gobernante que rehúye la verdad para perpetuar su poder. Para nada es inocente.

Los poderes fácticos no son mancos a la hora de mentir y obrar con increíble chabacanería.

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