El dinero se distorsiona cuando se utiliza para el chantaje, para la coacción, para la compra de conciencia, para la malversación, la corrupción y el desorden.
Panamá es el acontecimiento más reciente de una lucha popular contra la carestía de la vida que obtiene una victoria significativa. Un mes atrás, o un poco más, vimos un proceso parecido en Ecuador. En Ecuador hubo una gran movilización muy contundente del movimiento indígena asociado a otros sectores populares, fueron con una plataforma de 10 puntos, cuyo punto central era también la carestía de los combustibles y lograron una victoria importante. Es decir, en distintas partes estamos viendo que con la lucha callejera, con la movilización popular se obtiene triunfos del movimiento social, ese es el camino. Si no se transita por ese camino no hay forma de salir de esto. Yo creo que es la principal lección que tenemos que tener presente.
El gran capital y Ortega se encuentran distanciados por la magnitud de la crisis, no hay ruptura, es distanciamiento. Es un efecto de la profunda crisis sociopolítica, no es una causa de la crisis. Creo que se podría resumir diciendo que en la sociedad nicaragüense hay dos bombas de tiempo que, con sus diferencias, pueden terminar encendiendo la mecha, convalidándolas, agravándolas.
La primera es el enorme poder que tienen los grupos económicos concentrados alrededor del círculo íntimo de la dictadura, la nueva clase, que actúan con una impudicia sin descaro que nunca hemos visto. La gran capitulación de los poderes fácticos, gran capital incluido, esa gran resignación le generó a los sectores de la nueva clase una sensación de que pueden hacer literalmente lo que quieran. Esa gente acumuló tanto poder que utilizando su paragua político se han transformado en el principal grupo económico del país y hacen con los poderes fácticos lo que se les da la gana.
La oposición debiera de señalar cotidianamente que la dictadura Ortega-Murillo favorece que la política económica esté dictada por lo que le conviene a los grandes grupos económicos anulando cualquier posibilidad de actuar sobre las prioridades que preocupan a las mayorías populares. La oposición debe de actuar en las estructuras de las formadoras de políticas para evitar que no aumente y neutralizar el poder de la dictadura. De esta forma poner un freno a lo que denominamos como “política inercial”, un accionar político que ya actúa con su propia dinámica y que no encuentra un freno.
El freno debe ser externo e interno, tiene que ser drástico. Hasta la fecha la falta de estrategia para frenar el apoyo exterior de los organismos financieros internacionales y de los gobiernos de la región centroamericana ha permitido a la dictadura seguir obteniendo préstamos. Con una estrategia la oposición puede mejorar su incidencia, generar un bloqueo progresivo de los ingresos que el régimen utiliza para ablandar a los poderes fácticos económicos y tener un discurso que el país va viento en popa gracias a su gestión.
Las grandes demandas del movimiento popular: aumento de salarios, salarios mínimos, mejora de las jubilaciones no tendrán ningún efecto real, si no frenamos la “política inercial”, las simples denuncias se transforman en nada, quedan pulverizados por las políticas económicas que implementa la dictadura. Tenemos que frenar el nuevo pacto entre el gran capital y la dictadura y eso se hace mediante una intervención popular que los coloque a ellos a la defensiva, que cambie la película.
La derecha política y económica sigue la estrategia de los EE.UU. Probablemente, incluya una presión sancionadora, una presión más bien enfocada para desafiar la legitimidad del régimen, pero solo como un instrumento de presión. La relación de fuerzas se construye y el que no se moviliza debilita esa relación de fuerzas para generar la implosión del régimen. La derecha política y económica lo que quieren es preparar el terreno para llegar al gobierno y generar un ajuste en regla que implique una amputación de las banderas políticas de los sectores populares.
Me parece que la línea dominante en la derecha política y empresarial es ir agotando a la dictadura, que este régimen vaya haciendo todo el trabajo sucio, se auto incinere y que ellos lleguen preferentemente en el 2023 o al 2024 para impones una salida en caliente controlada a través de un golpe cívico-militar que les dé la legitimidad necesaria que lo justifique. Esa es la estrategia, la política.
Esa política es empujar al régimen contra las cuerdas, obligarlo a cometer múltiples errores, obligarlo a reprimir a toda veleidad de protesta social, obligarlo a perseguir a periodistas, intelectuales, organismos de derechos humanos, a los sacerdotes, a las ONG, a la iglesia católica, etcétera, es decir, que el régimen cargue con gran la responsabilidad, mientras ellos preparan un plan para derrocar a Ortega-Murillo.
Ahora, creo que hay dos escenarios. Hay dos escenarios posibles en una crisis de la magnitud en la cual estamos, con un 80% de pobreza y altas tasas de desempleo, un escenario es que el régimen logre aguantar hasta el 2023 o al 2024 a través de medidas de parche, todos los días dando alguna concesión a los grandes grupos económicos, por ejemplo, hoy te hago una concesión, luego te doy exoneraciones, etcétera; con el objetivo de aguantar, aguantar y aguantar hasta que el régimen, completamente degradado, justifique un golpe cívico-militar, una salida en caliente controlada. Tratando de evitar que se reproduzcan las experiencias de Panamá y Ecuador.
La otra posibilidad es que todo estalle antes de que eso sea posible y que tengamos que enfrentar un nuevo tsunami social, un nuevo 2018. Son las dos posibilidades. En gran medida también va a depender de lo que prefiera los EE.UU. Los EE.UU. puede ahora comenzar a golpear en serio los pilares fundamentales de la dictadura, por ejemplo, utilizando el CAFTA o cortando los préstamos internacionales para desarticularlo y que no pueda seguir aguantando.
En el caso de que EE.UU. opte por la otra opción y diga “no señores yo quiero que la dictadura siga aguantando”, ahí vamos posiblemente al segundo escenario de estallido social. Todo eso estará en juego en los próximos dos años con el régimen también optando entre las dos posibilidades: ganar tiempo, que es un poco la estrategia que implementa Ortega para mejorar sus condiciones tratando de implementar un nuevo pacto con el gran capital, o la opción opuesta de un incremento de la radicalización de la estrategia de “el poder o la muerte”. La estrategia de la oposición debiera de ser: sumar, sumar, sumar ganándose a la población y al centro político silencioso.
En todos los escenarios hay un factor dominante que es el movimiento social, todo el escenario está dominado por la bomba de tiempo de la implosión interna del régimen. El temor de la dictadura es que hay sectores sociales progubernamentales que comienzan calladamente a decir basta, piden soluciones a los problemas centrales del país, lo que favorece a que el estamento militar actúe buscando una salida al inmovilismo político que está llevando al país a la ruina.
De los laberintos se sale por arriba. O sea, superando lo que se enfrenta en el momento para abrir nuevos panoramas. Precisamente para organizar y politizar a los sectores sociales, y derrotar políticamente a Ortega hay que crear las bases para salir del campo hostil y pantanoso de las elecciones municipales de noviembre de 2022 pasando a encarar directamente los problemas económicos, políticos y sociales del país.
En vez de avanzar hacia el poder la oposición se aleja del poder porque les concede a los poderosos todo lo que quieren. Entonces, hasta tanto no se produzca ese giro, que desemboque en movilizaciones, sin ese movimiento no va a haber Panamá, no va a haber Ecuador, no va a haber nuevo tsunami social. Generar la posibilidad de reactivar el movimiento popular solamente se puede producir a través de las demandas inmediatas, el freno de la inflación, las mejoras salariales, empleo, fin de la represión y un estandarte organizador de toda esta acción popular que es la caída de la dictadura. Porque es imposible lograr algo si no se derroca al régimen, que es una coraza que impide cualquier tipo de política soberana, democrática y autónoma.