“Los hechos (sociales y políticos) maduran en la sombra, entre unas pocas manos, sin ningún tipo de control (…) los hechos que han madurado llegan a confluir, pero la tela tejida en la sombra llega a buen término: y entonces parece ser la fatalidad la que lo arrolla todo y a todos, (a partir de entonces) parece que la historia no sea más que un enorme fenómeno natural (…)”.
Antonio Gramsci
Generalmente el análisis político se infantiliza por la falta de una visión estratégica, se limita fundamentalmente a reproducir las declaraciones de las organizaciones y de los principales actores políticos. Lo cual es especialmente inquietante ante las perspectivas del futuro inmediato, porque se ha abierto una vía acelerada hacia la permanencia del autoritarismo vía el “orteguismo sin o con Ortega” que proponen algunos sectores del gran capital, los políticos tradicionales y los promotores de la cohabitación. Esa es la premura que tienen los poderes fácticos ahora mismo.
La situación se va tensando y con la posibilidad permanente hacia el establecimiento de una bronca política superior; pareciera como si los dirigentes políticos tradicionales y comparsas vivieran una realidad paralela que no logran ver el peligro que con el “orteguismo sin o con Ortega” se incrementará la posibilidad de una mayor efervescencia sociopolítica; pero los políticos tradicionales y los partidos comparsas/zancudos (PLC; PLI; ALN; APRE, PC) no tienen conciencia de ello, no tienen otro proyecto político que la satanización de la oposición real y la subordinación al dictador
Por la falta de análisis de la información cotidiana, existe un sistema de comunicación dominado por las redes sociales, donde se simplifica con un criterio obsesivo desde el que se construyen los mensajes, favoreciendo una confrontación en blanco y negro, que sólo busca alinear a los “ciudadanos de a pie” en grupos cerrados: los nuestros frente a los otros (enemigo o adversario) en una lógica convertida en estado natural de la política confrontativa.
El análisis objetivo sobre estrategias y proyectos apenas existe porque sólo se busca la adhesión, es decir, poner énfasis en los mensajes —sin preocupación alguna por la estrategia — que puedan atraer a su espacio propio de pertenencia. Más que los cabilderos comparsas del régimen, lo que alarma son los ingenuos políticos al interior de la oposición real ampliada que piensan que dividiéndose se fortalece la lucha política en contra de la dictadura.
La falta de estrategia, es en realidad, una concepción atrasada de la política nacional, de larga tradición en la cultura política tradicional, que considera a los ciudadanos como menores de edad, y que por tanto no apela a su criterio sino a su sumisión.
Para combatir la simplificación de la política se necesita serenidad y estrategia para forjar un contrapoder, pero también arriesgarse en los momentos decisivos. Las diferentes plataformas políticas de la oposición son rápidas para amagar, pero lentas al actuar, padecen de una falta de determinación a la hora de concretar su apuesta. Contra la simplificación, hacer de la estrategia la grandeza de la táctica política, esta sería la táctica inmediata para superar el provincianismo político.
No existe una estructura organizada de la resistencia pacífica ciudadana, sino que esta ha sido espontánea, sin estrategia ni coordinación toda acción política es episódica. En consecuencia, no hay una fuerza de contrapoder interna con la cual se pueda presionar más a la dictadura. Esta ha sido la falla más grande de la oposición real ampliada. La división de la oposición plantea una situación difícil que hay que analizar a profundidad para definir qué hacer. Pero lo peor sería que la oposición real siga la lucha política sin estrategia sin construir un contrapoder y establezca su estrategia alrededor de la lucha ideológica.
Desde abril de 2018, poco a poco, la clase política se ha encerrado en sí misma, solo hablando entre ellos, y no se han preocupado por los intereses de las víctimas de la masacre (familiares de los asesinados, de los presos, de los heridos, de los desaparecidos y de los exiliados) ni por los intereses inmediatos de la gran mayoría de la población. Da la impresión que sólo les interesa la gente más que para vender una opción en el mercado electoral. La clase política vive una crisis de legitimidad.
Esta es una repetición de lo que han sido las élites, la clase política y los liderazgos en toda la historia de Nicaragua; si ahora no somos capaces de reflexionar, analizar esta realidad no aprenderemos y seguiremos en la repetición perniciosa. Es necesario hacer un análisis más allá de lo que se ve, y saber que no es solamente son errores de las generaciones anteriores sino de una cultura política permeada e impregnada también en la nueva generación.
Abril de 2018 cambió muchas cosas, pero es necesario analizar que tanto el daño ha provocado en la clase política su falta de visión estratégica por la influencia del pragmatismo resignado como el pensamiento provinciano, sumado a las ambiciones desmedidas de los liderazgos, lo cual requiere transformaciones profundas, una visión crítica y autocrítica de manera inmediata.
Actualmente, tenemos una elite hegemónica, en la cúpula del poder, que depende totalmente de las rentas de las exportaciones agrícolas, del dinero de las inversiones extranjeras, de las remesas, del dinero ilícito y del blanqueo de capital, sin cambiar el modelo de acumulación ni la composición del bloque de poder, por eso no hay ningún modo que se pueda transformar la economía ni la política desde arriba.
Las elites hegemónicas están intentando nadar en dos ríos, diciendo: quieren diversificar la economía sin modificar las estructuras mismas del modelo de acumulación, quieren que la política sea diferente sin cambiar la distribución de las rentas ni la jerarquía de dominación al mantener el mismo bloque de poder tradicional. Y eso simplemente no funcionará. Es un callejón sin salida, porque están aferrados a las prebendas que el “capitalismo de amiguetes” les proporciona,
Es lo que ha estado ocurriendo básicamente durante los últimos años (2007-2024) en el acontecer de la actividad política. Se está intentando cambiar cosas, pero se tiene miedo a cualquier cambio en la distribución del poder en la construcción de un nuevo bloque de poder y se oponen a que ese cambio ocurra. Es una situación esquizofrénica: quieren el cambio en el bloque de poder, pero no quieren las consecuencias del cambio: no quieren superar el pragmatismo resignado ni la política provinciana heredada desde el siglo XIX.
Sin embargo, esta crisis es una oportunidad para ir más allá, para saber que nuestra apuesta no es de cambio de personas en el poder, que tenemos una gran tarea, que al rechazar/abandonar la esperanza de construir un contrapoder unificado solo alimenta/fortalece al régimen dictatorial, y, al mismo tiempo, tenemos que desatender las propuestas de quienes quieren cohabitar con el dictador. El deterioro de las condiciones económicas y sociales nos señala que la gente no puede más y va a explotar nuevamente. Tenemos que adoptar la estrategia para socavar los pilares de la dictadura alimentando el proceso de implosión interna del régimen.
El régimen Ortega-Murillo no ha logrado restablecer el equilibrio de poder existente antes de abril de 2018, que le era favorable. El poder del régimen se agrieta poco a poco, por el momento no hay peligro de que se produzca un desguace súbito e inmediato. Hay que estar consciente que la decadencia del régimen se va cociendo a fuego lento, necesitamos incrementar la llama para que su caída sea más rápida. El sistema dictatorial ha entrado en una fase de declive, de tormenta política, los espíritus comienzan a pensar de manera diferente. Todo puede pasar en este contexto de fluidez general, vivimos momentos convulsos.
¿Cómo después de cometer errores estratégicos y con el viento político en contra a nivel internacional cómo Ortega-Murillo han podido mantenerse políticamente? Actualmente, es realmente difícil encontrar, fuera de los anillos de poder y sus aliados, quien crea que Nicaragua va por buen camino. Descartemos el escenario de una caída abrupta del régimen, lo cual me parece poco probable en el corto plazo. Quedan dos opciones: una, la negociación, a través de una salida al suave, para tratar de evitar que el declive se acelere; o, la segunda, apoyar el desarrollo del proceso de implosión alimentando la descomposición interna, por el accionar de las termitas o los comejenes (los ciudadanos de a pie), de sus principales pilares de sostenimiento.
Toda dictadura tiene un rasgo que acaba marcando el final de sus días. El caso de Somoza era el culto al dinero y al lujo En el caso de Ortega, lo que lo define desde que regresó al poder en el 2017, y aún antes, es “el culto al secreto, al insulto y a la soledad”. Ahora, Ortega se encuentra cada día más sólo, con un poder en declive, da la sensación de ser “un pato cojo”, y con grandes sombras sobre su legado histórico. La soledad en política siempre acaba mal.