A la memoria de Orlando “Tito” Castillo, amigo de muchos años, luchador en contra de las dictaduras somocista y orteguista, fallecido el día de ayer.
- Aunque los resultados de la farsa electoral del 7 de noviembre indican que al abstenerse más del 81% de la población indicaría el deseo de un cambio político en Nicaragua; también expresa estar a favor de salir de la crisis nacional. Al mismo tiempo, las encuestas afirman que al ciudadano promedio le interesa mejorar su situación personal.
- La apuesta del régimen es alimentar la ilusión óptica de mejorar condiciones económicas a través de promocionar el dinero de los préstamos del BCIE, en la posible cooperación China y en el incremento de las exportaciones. La apuesta de Ortega es que el grueso de la población se resigne a malvivir en la pobreza y a sobrevivir con lo que hay. Hay una desconexión entre las demandas de la población y las políticas tradicionales, es un hecho que tiende a generalizarse.
- Uno de los mayores problemas de Ortega es que la nomenclatura de la dictadura está enferma de corrupción y de rapiña, como atestiguan cada vez más los numerosos acontecimientos y el crecimiento desmedido de las fortunas de los principales miembros de los círculos de poder. Las riquezas y posesiones son los rasgos que “orientan” en el quehacer cotidiano de los principales miembros del “apparátchik”. No hay detergente suficiente para limpiar la imagen de corrupción de la dictadura y sus aliados.
- Existe una desconexión táctica y estratégica entre los que se fueron al exilio y los que permanecen en el país. A eso apuesta Ortega a mantener esa situación. El país parece transitar una especie de exilio interno (moverse sin salir de la dictadura), sin embargo, cuando la calle deja de ser por la represión un espacio de protesta, las casas comienzan a ocupar ese lugar.
- Nicaragua es una sociedad exhausta por la represión y golpeada por la desigualdad descontrolada, el desempleo y el desastroso gobierno que ha hundido la confianza de los ciudadanos en los políticos y partidos tradicionales. Con este horizonte, el 7 de noviembre derivó en una mayor fractura de la base social orteguista y en un mayor aislamiento del régimen tanto a nivel nacional como internacional.
- Ante el panorama de ilegitimidad, Ortega va a buscar como adoptar medidas políticas para tratar de ganarse la confianza de los inversionistas y de dotar de legitimidad a su régimen. Esto requiere hacer, más temprano que tarde, concesiones en los primeros meses del año 2022, concesiones cosméticas que pueden tener un efecto desmovilizador en su base social.
- Deslegitimado en la escena internacional, con amenazas judiciales, Ortega puede ensayar una flexibilización interna que plantee una tregua con la sociedad que le adversa. La oposición, dividida y sin estrategia para derrotar a la dictadura, tendrá mucho trabajo para superar sus actuales discrepancias entre los que quieren participar en nuevas elecciones (dándole legitimidad y tiempo a Ortega) y los que su objetivo es derrotar al dictador.
- El régimen tiene el control político en el país y de él depende la velocidad de las cosas, pero no hay crecimiento sostenible posible en una sociedad fracturada socialmente. Muchos de los que se han quedado en el país solo piensan en la esperanza de vivir lo mejor que puedan dentro de la realidad represiva y Ortega lo alimenta con ilusiones de cambio.
- Con el dinero del BCIE más las reservas internacionales (US$ 4,000.6 millones de dólares a noviembre) más las posibles donaciones de China en el 2022 y las remesas, Ortega se ha asegurado, económicamente hablando, por lo menos el 2022, garantizando la disponibilidad de divisas para los pagos internos y externos, para la estabilidad macroeconómica, financiera y cambiaria.
- Las remesas se encaminan, otra vez, a cerrar 2021 como la principal entrada de divisas del país, pues de acuerdo con datos oficiales van a terminar muy por encima de rubros claves como el café, la carne, el oro, las exportaciones agroalimentarias y la inversión extranjera directa (IED). Por las remesas, la balanza de divisas no ha sido tan afectada ante la salida sin precedentes de capitales entre el 2018 y 2019.
- El régimen sigue ensanchando los márgenes represivos a actividades que las personas consideran legítimas y que forman parte de la identidad colectiva desde siempre; es decir, por esos casos, la dictadura ha comenzado a cavar su propia tumba. En el 2022, con bajo crecimiento, alto desempleo y un presupuesto fiscal ajustado, la dictadura tendrá poco margen de maniobra para satisfacer las demandas sociales y practicar el clientelismo político.
- A partir del 2017, las sanciones aplicadas por EEUU y la Unión Europea han sido lentas, personales y sin dientes; las que anuncian serán rápidas y excederán a las adoptadas anteriormente. De aplicarse nuevas medidas restrictivas aislará/debilitará más a Ortega. En líneas generales las nuevas sanciones pueden ir en la dirección de bloquear los préstamos, la suspensión del CAFTA y del Acuerdo de Asociación con Europea, etcétera. Quienes manejan los grandes capitales locales están a la espera de definiciones.
- Ortega se ha movido para evitar los impactos negativos de la ley Renacer (reservas + BCIE + China). La ley Renacer pierde fuerza, salvo que decidan aplicar la suspensión de Nicaragua del CAFTA o suspender los desembolsos de los préstamos que están en tubería, sería la otra medida. También EEUU puede presionar a los aliados que votan en el BCIE a bloquear nuevos desembolsos. Me pregunto: ¿A Ortega le basta con tener asegurado el financiamiento externo para gobernar el país?
- El inmovilismo político de la dictadura es un mal negocio para todos los empresarios (grandes, medianos y pequeños). Al mantenerse la inequidad en la distribución de la riqueza, los altos niveles de desempleo y el hambre de los sectores vulnerables (alrededor del 25% de la población), todo lo anterior acabará incendiando a las clases medias y populares. Por ejemplo, las alzas de precios de los productos de la canasta básica superan los ajustes salariales y el incremento de la factura de electricidad.
- En el 2022, no se ve ninguna redistribución del poder, porque los emporios políticos de la nomenclatura orteguista, las elites empresariales y militares, todos ellos recalcitrantes siguen encapsulados en mantener la supremacía de la dictadura y están dispuestos a capear los cambios que les resten privilegios. Mientras no se combata la desigualdad y no se atienda las demandas impostergables el peligro de un nuevo tsunami social y/o la implosión interna del régimen sigue siendo una posibilidad.
- Ortega piensa conseguir la estabilidad social con el apoyo que puede conseguir en el diálogo que va a convocar de parte de los dueños de empresas y de las elites que disfrutan del acopio de ganancias e influencias desde el 2007 a la fecha. Mientras que las demandas sociales de amplios sectores han visto pasar de largo los beneficios del crecimiento económico.
- El régimen Ortega-Murillo ha significado la implantación de la política de la supremacía del mercado, la reducción de los derechos laborales y la alianza con el gran capital que ha aceptado convivir con la represión y el terror político. Su programa económico enriqueció a las elites y empobreció a los sectores populares. Poco le ha importado al gran capital las violaciones de los derechos humanos y la acumulación de la desigualdad que acompañaron la estabilidad macroeconómica.
- La abstención de noviembre podría ser el punto de inicio de una coalición, que tardará aún tiempo en fraguarse, con una composición y una agenda más clara y con un liderazgo de una nueva generación política para derrotar a la dictadura. Hay que estar claro con Ortega en el poder Nicaragua no tiene futuro, ya que el régimen ha provocado una pérdida de capital social (médicos, ingenieros, economista, sociólogos, estudiantes, obreros, campesinos, especialistas de distintas disciplinas) de grandes proporciones que difícilmente se va a poder recuperar en el corto plazo limitando su potencialidad de crecimiento.
- El movimiento nacido en Abril 2018, para derrotar a la dictadura tiene que apostar por una renovación de los anquilosados líderes políticos tradicionales y por la innovación de la cultura política. Para su cumplimiento se necesita el apoyo de la sociedad civil, un amplio espectro de políticos de todas las tendencias, de sectores del empresariado nacional (pequeños, medianos y grandes). Que con la derrota de la dictadura sea Nicaragua la salga ganando ha de ser el objetivo último de unos y otros.