La dictadura trata de amedrentar al pueblo, por todos los medios posibles, para ocultar su miedo a la protesta social en las calles. Revisan buses, retienen gente en las carreteras, hostigan en las casas de los opositores, desplieguen a los paramilitares y motorizados, cancelan las procesiones religiosas con los policías en las calles y en los templos, secuestran opositores, etcétera. El tamaño del despliegue represivo es el tamaño de su miedo a las movilizaciones sociales en la calle.
La dictadura, en el fondo, tiene miedo a las movilizaciones sociales. No hay nada que asuste más a los poderes de las elites que una manifestación en la calle o en la plaza. Las calles, las rotondas y las plazas son los lugares donde se hace visible lo que quieren que sea invisible: el descontento social.
Las calles, las rotondas y las plazas, son espacios de las visibilidades, donde no se pueden ocultar los conflictos sociales y políticos. Se nutren de los mismo que las alteras. Las calles son lo que son, porque reflejan lo pasa en la sociedad: es un escenario político social por naturaleza.
Las contradicciones que hay en la sociedad se escenifican en las calles, en las rotondas y en las plazas, en las iglesias, en las procesiones; en definitiva, son un teatro de los conflictos sociopolíticos donde las personas “de a pie” se pueden manifestar.
Hay tres ejes de ruptura del sistema político que estamos asistiendo y de la que no nos daremos cuenta cuando exactamente se va a romper. Uno es la pobreza/desigualdad; el segundo es el eje del estancamiento económico/desempleo y otro, la mentira política/represión indiscriminada del régimen.
Cuando el poder autoritario tiene miedo de que los ciudadanos se manifiesten en los espacios abiertos es un buen síntoma que el movimiento popular no ha perdido su fuerza en el escenario de la política nacional. Los luchadores sociales hacen camino al andar.
La dictadura no se apoya sobre una mayoría social, sino directa e inmediatamente sobre la policía y los paramilitares. Necesita del aparato militar paraestatal para que él pueda mantenerse en el poder. Precisamente por eso, no puede admitir ninguna libertad para que los ciudadanos puedan manifestarse en las calles.
Los grandes fenómenos sociopolíticos tienen, siempre, profundas causas sociales. El fondo de la situación política actual está en el hecho de que la mayoría de los ciudadanos se han desembarazado del yugo y de la tutela de la pandilla en el poder, que siempre ha engañado al pueblo y que ahora lo reprime, lo tortura y lo asesina. La decadencia de la dictadura es irreversible.
Acercarse a los campesinos, a los artesanos, a los jóvenes, a las mujeres, a los pequeños comerciantes, a los pequeños propietarios, a los pequeños funcionarios y a la clase media de las ciudades, es la condición necesaria del éxito en la lucha contra la dictadura, por no hablar de la conquista del poder.
La reactivación de las manifestaciones sociales callejeras es un factor decisivo en detrimento de la dictadura, ya que sería un inmenso paso adelante del movimiento popular. Justamente por tratarse de un paso tremendo, cambiaría la coyuntura política de pies a cabeza a favor del movimiento popular.
El régimen teme que una nueva reacción popular no la pueda controlar y se inicie la segunda ola de protestas sociopolíticas que culmine con la caída de la dictadura. Tienen miedo a que una procesión religiosa pueda transformarse en una gigantesca protesta social. Esa es la razón de fondo de prohibir la procesión de San Jerónimo en Masaya.
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