“Si conoces al enemigo y te conoces, no debes temer el resultado de cien batallas. Si te conoces, pero no conoces al enemigo, para cada victoria sufrirás una derrota. Si no te conoces y tampoco al enemigo, sucumbirás en cada batalla”.
Sun Tzu
En la política cotidiana hay que saber conducir, lo que es difícil, porque no se trata solamente de conducir tácticamente. Primero, se trata de organizar; segundo, de educar; tercero, de enseñar; cuarto, de capacitar, y quinto, de saber conducir táctica y estratégicamente para derrotar a la dictadura.
El régimen Ortega-Murillo encarna los valores de un régimen corrupto y decadente que aplaude la cárcel de los presos políticos y el exilio de los desterrados y desnacionalizados. Desde el 2007 a la fecha, la represión y las malas prácticas han convivido en su seno para que la maquinaria del poder y los negocios de las elites siempre estuvieran bien engrasadas. Al mismo tiempo, es sostenido por una formación política conservadora, sin ninguna altura de Estado, que desea decidir sobre lo que se oye, lo que se ve y lo que se lee; y que sus principales dirigentes que difunden la xenofobia, la inquina, el odio y no cuestionan la existencia de la violencia contra las mujeres.
En clave interna, Nicaragua vive con la sensación de el país camina sonámbulo hacia un hacia un desastre en cámara lenta, preso por la impotencia del liderazgo de la oposición de elaborar una estrategia y por la ansiedad de saberse atrapado por la dictadura incapaz de resolver los principales problemas de la vida cotidiana de la mayoría de los ciudadanos.
Vivimos una fase de lucha estratégica entre las nuevas fuerzas sociopolíticas emergentes, los poderes fácticos tradicionales y las fuerzas que sostienen al régimen Ortega-Murillo. Los privilegiados han quedado resguardados del torniquete que agobia a los empobrecidos. La clase media hace malabarismos para mantener los gastos de escolaridad, cobertura médica y transporte, liquidando ahorros, contrayendo deudas y consumiendo segundas marcas. Ortega habla del pasado para encubrir el presente. El resultado final de esa batalla política tendrá consecuencias para el devenir de la nación.
Cada realidad debe ser abordada concretamente, valiéndose de las enseñanzas legadas por nuestra la historia política. La historia política no debe ser asimilada mecánicamente, sino que debe ser asumida sobre la base de la propia experiencia del presente sociopolítico. El nivel de vida ha caído, los salarios, el sueldo mínimo, las pensiones de los jubilados no logran comprar una canasta básica. La desnutrición hace estragos entre los pobres y sectores vulnerables. El sufrimiento es mucho mayor para los que están en la informalidad laboral.
Las enseñanzas estratégicas nos ilustran que el régimen Ortega-Murillo no se va a hundir por sí mismo, por más crisis que esté condenado a padecer. El poder nunca caerá en los brazos del movimiento popular: hay que luchar por él, enfrentando las presiones pasivas y fatalistas que afronta toda lucha por el poder. Ningún régimen autoritario abandona sus posiciones de privilegio auto inmolándose; hay que derrotarlo, hay que socavar los pilares de la dictadura.
La conquista del poder político es el objetivo final y el objetivo final es el alma de cada batalla política. Sin embargo, las instituciones del gran capital siguen operando como diques de contención para evitar la caída inmediata y abrupta de la dictadura. El principio estratégico básico es que, la lucha cotidiana (la táctica) debe de estar orgánicamente conectada con el objetivo final (estrategia). Cada solución de las tareas cotidianas (las tácticas) debe ser tal que lleve al objetivo final y no apartarse de él: la caída de la dictadura.
Existe el peligro de que las conquistas parciales se obtengan a costa de las perspectivas generales, en vez de ser un puente hacia ellas. Obtener la realización de las elecciones transparentes sería una conquista táctica, muy importante. Pero, nunca hay que perder de vista que el objetivo final (la estrategia) es la derrota de la dictadura Ortega-Murillo. Hay que evitar que una conquista táctica (elecciones) se transforme en la estrategia general.
El poder no va a caer en el regazo del movimiento popular: su caída será el producto de un plan científico (estrategia) para tal efecto, tiene que ser organizado por un centro político ejecutor con el mayor de los cuidados, el encargado práctico de la toma del poder para lo cual es necesario construir un contrapoder que permita alcanzar el poder. El objetivo es evitar que la caída de la dictadura sea aprovechada por los poderes fácticos, por la falta de una estrategia, para mediatizar las demandas de la lucha de abril de 2018.
Vivimos una situación singular, extraña. Por una parte, los movimientos sociales parecen incapaces de echar abajo al régimen. Por otra parte, los ciudadanos apoyan el aislamiento y retraimiento político del régimen. Al mismo tiempo, el debilitamiento del régimen pone a la orden del día la lucha inmediata por el poder. De momento estamos viviendo un proceso de rebelión social soterrado (que se expresa en el proceso de implosión en desarrollo de los pilares de sostenimiento del régimen y que los poderes fácticos lo quieren mediatizar.
Desarrollar un pensamiento estratégico es vital, los antiguos comprendieron muy bien la importancia del estudio de la estrategia. Por ejemplo, Julio César, en República Romana, consideraba que la estrategia era más importante que las armas; otros clásicos señalan que la estrategia es el alma de la política y que la táctica política efectiva no puede existir sin estrategia. No comprender la necesidad del análisis estratégico, es el camino seguro a la derrota o al pacto tradicional.
Una lección del régimen Ortega-Murillo al movimiento popular es: a la hora de la lucha por el poder; las leyes que rigen son las leyes del terror más implacable. La toma del poder por una confluencia unitaria de las diferentes expresiones políticas es la única forma de derrotar a la dictadura. No hay que olvidar que la verdadera fuerza del movimiento popular está en las calles y para reactivar al movimiento social es necesario fomentar la implosión para socavar/minar los pilares de la dictadura.
El estancamiento económico de mediano plazo (2024-2027) junto con la inmediatez de las demandas básicas de la población hacen vulnerable al régimen. Sin embargo, esperar un colapso o que todo se derrumbe por su propio peso, suena a quimera. El desarrollo del proceso de implosión es poco perceptible, solamente tomamos conciencia de ello cuando algún comisionado, magistrado o ministro es defenestrado por la cúpula en el poder. Sin embargo, tenemos que tener la estrategia de ahuecar los pilares del régimen.
Desde abril de 2018, entre el régimen y el gran capital ha habido muchas tensiones e incluso fisuras, pero los puentes no se han roto nunca. Por ejemplo, se mantienen vivas las leyes favorables al capital aprobadas entre el 2007 al 2017, se salvaguardan las prerrogativas a la industria azucarera y las exoneraciones fiscales para las grandes fortunas, etcétera. Ortega habla directamente con los “señores del dinero”, con las elites económicas, y por debajo de la mesa siguen los contactos a todos los niveles, sin “líneas rojas” para llegar a diferentes acuerdos.
El régimen está preparando las condiciones para que el gran capital, apoyado por el capital financiero/bancario, vuelva a la negociación abierta. Habrá días, posiblemente semanas, de tensión y ambas partes emplean palabras duras, sin llegar a la ruptura, para justificar la necesidad de una negociación. La duda es hasta qué punto Ortega está dispuesto a ceder ante exigencias de sectores sociales cuya agenda sigue pasando la liberación de los presos políticos, el regreso de los exiliados/desterrados y por las reformas que garanticen unas elecciones transparentes.
En “El Carmen” y sectores del capital financiero/bancario dan por hecho que en algún momento se volverán a ver las caras en una mesa de negociación, consideran que hay mucho espacio para una negociación política-económica y el terreno está abonado para llegar a un nuevo acuerdo o pacto, opinan tanto los miembros de las cúpulas del régimen como la cúpula empresarial. La prioridad de Ortega-Murillo ha sido criminalizar a las organizaciones sociales. Ortega-Murillo complementa su cruzada represiva con una batalla cultural por la desmemoria que enaltece a la dictadura. Esta furia contra el movimiento popular contrasta con la pasividad frente al narcotráfico.
Los “dueños del dinero” aceptan al régimen Ortega-Murillo porque ha logrado destruir los sindicatos, arrasar a las organizaciones de la sociedad civil (organismos no gubernamentales). Las clases dominantes admiten la erosión del Estado, a fin de conseguir la derrota del movimiento de abril de 2018. Aceptan el deterioro del Estado para seguir engordando sus fortunas y asegurar que la correlación de fuerzas sociales imperantes le sigan siendo favorables. El objetivo de las compañías mineras y agroexportadoras es seguir pagando menos impuestos, gozar de una estabilidad tributaria favorable y estar exentos de demandas por la destrucción ambiental.
Los tres principales pilares económicos del régimen de Ortega-Murillo son: 1) El sector mafioso orteguista enriquecido al amparo de la protección de la dictadura. 2) Los banqueros, la vieja oligarquía y la burguesía tradicional. 3) Las empresas extractivas embarcadas en el saqueo de los recursos energéticos y mineros.
Existen diferentes signos para creer que los dirigentes del gran capital y sus representantes políticos siguen apostando por el diálogo/negociación con Ortega-Murillo. Por tanto, el régimen se prepara para una compleja negociación con el objetivo de permanecer en el poder cediendo algunos espacios menores (elecciones), no estratégicos. Ortega no puede permitirse dar la imagen de que está perdiendo poder. Sin embargo, el proceso de implosión, en pleno desarrollo, nos demuestra que el régimen se encuentra en su fase de declive. Tenemos que apuntarnos a alimentar su declive.
La historia política nos enseña que cuando las expresiones de los grupos sociales de “los de abajo” actúan de manera disgregada y episódica la dictadura logra superar los baches y puede recomponerse, aunque tenga que ceder algunos espacios. También, nos instruye que cuando que en la actividad política de los grupos sociales de “los de abajo” se presenta una tendencia a la unificación existen acciones, de parte de la clase dominante, buscando de manera continua como romper esa posibilidad de unificación, utilizando para ello a los políticos contagiados por la cultura política tradicional, acciones de contrainteligencia para boicotear y/o por la ausencia de una estrategia para crear un contrapoder para tomar el poder.
La represión generalizada crea situaciones insoportables en todos los estamentos sociales del país. Las ineficiencias de los altos funcionarios comienzan hacer mella en la gestión cotidiana del poder por su desconocimiento, improvisación e incapacidad. Los funcionarios ineptos incrementan el malestar de la población y el rechazo en algunos poderes fácticos. La incompetencia es otro factor que ayuda al proceso de implosión del régimen.
Estamos viviendo una de las mayores disrupciones tecnológicas y de la mayor crisis ambiental/climática. Estamos en los albores de una revolución de la “inteligencia artificial” que va a cambiar todo y a todos: cómo trabajamos, cómo enseñamos, cómo aprendemos, etcétera. Pero no hemos oído ni una sola vez las palabras “inteligencia artificial” en los discursos de Ortega-Murillo. Está claro que Ortega y Murillo no están a la altura de los desafíos del futuro inmediato. El gran capital y los poderes fácticos lo saben. Nicaragua se merece algo mejor. Esa es una debilidad estratégica del régimen.
El “capitalismo de amiguetes” ha aumentado el saqueo de los bienes de la nación, propiciando el ecocidio, decretando impunidades a diestra y siniestra, manteniendo las exoneraciones al gran capital, favoreciendo al capital financiero/bancario y aceptando el narcotráfico traspasando todos los límites. Es decir, el orteguismo ha hundido al país en la desesperanza, la incertidumbre e improvisación propios de la decadencia dictatorial y ha permitido el comportamiento delictivo de los anillos de poder y sus sicarios dedicados al despojo de las arcas públicas, permitiendo la corrupción generalizada y el caos institucional.
Las clases dominantes y dominadas son determinantes del desenlace futuro del “capitalismo de amiguetes” convertido en uno de sus pilares de sostén del régimen, lo que determina que la estrategia de lucha pasa por buscar cómo fracturarlo. Por eso es necesario adoptar la estrategia de la implosión del régimen para debilitarlo/quebrantarlo y/o enflaquecer/fragmentar los pilares de sostenimiento de la dictadura incluyendo el “capitalismo de amiguetes”, para lo cual es imprescindible cambiar la forma de enfrentarla y reconocer que la estrategia y las tácticas implementadas hasta la fecha no han resultado efectivas. Tenemos que cambiar de rumbo, cambiar de estrategia. Adoptar una estrategia y tácticas que permitan que lo aparentemente imposible, la implosión, se vuelva posible.
Oscar-René Vargas, sociólogo y economista. Autor y co-autor de 57 libros. Ex preso de conciencia y miembro de los 222, desterrado, desnacionalizado y confiscado. El hecho de secuestrar/confiscar mis propiedades por parte de la dictadura es un acto de robo y violatorio de las leyes constitucionales e internacionales. De acuerdo al artículo 240 del Código Penal de Nicaragua vigente he sido víctima de un crimen llamado “Usurpación de Dominio Público”.