“No puedo enseñar nada a nadie. Solo puedo hacerles pensar”. Sócrates
- La oposición tradicional, incluyendo a los zancudos, se ha convertido en organizaciones vacías de contenido, sin estrategia que proponer, incapaz de encarnar / simbolizar el descontento social al negar, implícitamente, el proceso de implosión endógena en desarrollo. A la concreta demuestran su lealtad al régimen al aceptar que la solución es la cohabitación: el “orteguismo con o sin Ortega”.
- En tanto, dictadura sigue herida y tirando para todos lados, esto los llevará su fracaso por no poder contrarrestar la implosión interna. La misma gobernabilidad de la dictadura corre serios riesgos en el futuro cercano por estar en la cima de los países más desiguales y corruptos de Centroamérica. Ortega no quiere reconocer que el inicio del fin de la dictadura comenzó en el 2018, sin embargo, a veces los muertos políticos andan un cierto tiempo antes de reconocer su nueva condición.
- La dictadura Ortega-Murillo piensa que la corrupción “engrasa” al sistema político tradicional, lo “lubrica”, lo sostiene, lo vuelve fluido y puntual. Los políticos tradicionales piensan que no hay gobierno que funcione sin el aceite de la corrupción. Es parte de las reglas no escritas de la cultura política autoritaria tradicional. La corrupción es la manera más canalla de robarle a los pobres. La lucha contra la corrupción requiere una revolución en la cultura política.
- Mientras tanto, la oposición tradicional mantiene un doble discurso: dicen estar en contra de la dictadura y mantienen la estrategia de la vía electoral como salida a la crisis sociopolítica actual, aunque sea fraudulenta. En el fondo, ellos proponen, no de manera pública, que los poderes fácticos se reúnan en un cónclave y decidan entre ellos la solución a la crisis sociopolítica. El pueblo nicaragüense se merece algo mucho mejor que esta manera giratoria de actuar de los políticos tradicionales que un día se confiesan opositores y al día siguiente se manifiesta a favor de cohabitar con la dictadura. Es decir, no solo los miembros de la nomenclatura callan o hacen tímidas defensas a favor de la cohabitación.
- Ortega marca el ritmo, los poderes fácticos y políticos tradicionales obedecen con el objetivo de resistir vientos fuertes, aguas turbulentas e incluso peligrosas tormentas. La brecha económico-social interna del país es cada vez más profunda y seguirá profundizándose en la medida que permanezca en el poder Ortega-Murillo. El 60% de la población no logra hoy asegurar los tres tiempos de comida diarias y más de dos millones de personas padecen hambre. La gran mayoría de la población se prepara para lo peor, emigrando.
- Se prevé que el consumo interno va a caer en el 2023 porque habrá menos inversiones, mayor desempleo, subida de precios de los productos básicos lo que se traducirá en una reducción del consumo de los hogares. El alza de los costes de producción, la subida de los precios y la especulación serán los factores que más impactarán en la contracción del consumo. También habrá una evolución negativa del consumo por la caída de la renta disponible de los hogares vulnerables (80 por ciento de los hogares), que se combinará con la pérdida del poder adquisitivo de la raquítica clase media.
- En el proceso de implosión interna que está viviendo la dictadura, la cúpula política de la dictadura ha adoptado la táctica del “triple látigo” para contrarrestar el desarrollo del proceso de la implosión endógena: (1) mantener la represión a los verdaderos opositores; (2) controlar cualquier desviación de la línea oficial de sus simpatizantes e imponer una disciplina estricta a los funcionarios ladeados e insubordinados; y (3) someter a los poderes fácticos evitando el canibalismo entre ellos. Traducido al lenguaje llano sería: prisión o plomo para los opositores, palo para los indecisos o desviados y plata o favores para los cercanos.
- Mientras no se adopte un cambio en la estrategia de lucha en contra de la dictadura, la situación de la sociedad nicaragüense seguirá siendo inestable e insostenible que nos puede llevar al caos total, ya que sin cambio real en la estrategia la lucha política será descoordinada y desequilibrada, lo que favorece a la permanencia en el poder de Ortega-Murillo. La oposición vive en un estado ceguera al no querer ver que la estrategia de la “salida al suave” a través del diálogo y elecciones controladas por Ortega solo benefician al dictador. Para evitar un vacío de poder a la caída de la dictadura, tenemos que construir un contrapoder con la ayuda de las “termitas sociopolíticas”.
- Para el futuro, Ortega y su círculo íntimo de poder han ofrecido más de lo mismo, sin ninguna fórmula que garantice a corto o mediano plazo un desarrollo económico inclusivo y sostenible que proporcione más empleos, mejores salarios y menos pobreza. Todos sus discursos son palabras vacías, no dice nada sobre la manera cómo superar la crisis sociopolítica, los altos niveles de desempleos o la brutal desigualdad económica en la población. Tampoco propone remedios para luchar contra la corrupción que ha perjudicado a miles de personas.
- Se equivocan quienes piensan que Ortega puede poner fin a su estrategia de “el poder o la muerte” que ha lastrado a la sociedad nicaragüense por su política de reprimir cualquier veleidad de apertura política e incrementando su aislamiento del exterior, todo ello sin que haya vencido el descontento social de la población. La represión, también, ha golpeado a las economías familiares provocando fuertes olas migratorias. Finalmente, ha impuesto un monolitismo en el poder que ha ido organizando desde enero de 2007. Sin embargo, el riesgo de implosión endógena es grande. Riesgo que es producto de un proceso de acumulación de las demandas sociales y políticas que se han incrementado desde el 2018.
- Los instrumentos que Ortega le ha dado a la policía y al ejército le ha permitido construir un sistema monolítico militarizado y esa estabilidad lograda por medio de la represión ha llevado al recorte de los derechos individuales hasta extremos inimaginables. Desde el 2018, Ortega ha impuesto una solo regla: “gestionar la política sin ninguna regla”. Esta estrategia busca crear decenas de miles o millones de ciudadanos obedientes e incluso asustados políticos que piensan que la superioridad armamentística no permite ninguna actividad opositora, dado que no contemplan ejercer tarea subterránea alguna para generar mayor desarrollo en el proceso de implosión interna.
- Pero pese a todos los esfuerzos de la dictadura (escuchas telefónicas con antenas especiales, represión generalizada, espías al interior de las instituciones del Estado, delatores en los barrios, y soplones en las alcaldías e instituciones estatales, etcétera) son muchos los ciudadanos que, de manera espontánea, ya empiezan a manifestar de manera subterránea su desacuerdo, su animadversión o su desafección con la dictadura, transformándose en “termitas sociopolíticas”. En los últimos meses, se ha conocido fisuras parciales de funcionarios del aparato de estado, lo que demuestra que la implosión interna continúa y que el control social de parte de la dictadura ha perdido fuerza.
- Los ciudadanos autoconvocados (las termitas sociopolíticas) continúan desconfiando en el régimen, existen bajos niveles de confianza en los poderes del Estado: ejecutivo, legislativo, electoral y judicial. Mientras más siga la dictadura retrasando el proceso de cambio, más se van a intensificar las tensiones, ya que su capacidad de manejar los problemas nacionales e internacionales sigue siendo baja. La debilidad de la dictadura sugiere que la profundización de su fragilidad estará más condicionada a la capacidad que los actores políticos y movimientos social puedan impulsar el desarrollo de las “termitas sociopolíticas” con el objetivo de profundizar el desgaste o erosión que genera la implosión endógena, creando la posibilidad del surgimiento de un “cisne negro”. Para lograrlo es necesario la elaboración de un programa mínimo que aglutine a la mayoría de la población.