“Si no te importa la política llegará el día que te afecte, porque te robarán tu dinero, tus derechos y tu vida”. Platón.
Está claro que Ortega utilizó la democracia exclusivamente para llegar al poder y que, una vez conseguido este objetivo, ha ejercido el poder para destruirla. En esta fase se ha producido un vaciamiento de la institucionalidad democrática explotando todas las debilidades del sistema político, profundizando la mercantilización de la política, utilizando la compra y venta de los políticos tradicionales, manipulando el poder judicial para convivir tanto con el imperio de la ilegalidad como con la judicialización de la política según los intereses de la dictadura, maniobrando la cooptación de los mandos militares y policiales a través de la distribución masiva de favores y prebendas que permitieron el enriquecimiento inexplicable de algunos.
En el ámbito de la política cotidiana se ha utilizado la apología a favor de la dictadura y métodos represivos, incluida la “tortura blanca” a los presos políticos, el uso masivo de los “fake news”, promover la cultura del odio, el encarcelamiento de cualquier expresión de disidencia y el fraude electoral para su permanencia en el poder. En los últimos meses, los discursos oficiales han sido una sucesión de ataques a la oposición e iglesia católica cada vez más furibundos sin propuestas para salir de las múltiples crisis. La estrategia de Ortega ha sido mantener la tensión que le permite entretener a su base social más dura.
Ortega-Murillo padecen de la soberbia aguda
Ortega-Murillo son personas intelectualmente conservadoras, atrasadas, de ideas básicas. Ello no les impidió ser hábiles y capaces de construir una dictadura autoritaria, con la complicidad de los grandes holdings empresariales y políticos tradicionales corruptos. Nicaragua está gobernada por un grupo de personas desconectadas de las preocupaciones humanas, sociales, políticas y culturales de la mayoría de la población. Con la dictadura se han enriquecido la vieja oligarquía, el gran capital y los altos funcionarios de los aparatos del Estado, la nueva oligarquía.
Ortega y Murillo padecen de soberbia aguda. La soberbia aguda: ciega, impide ver, frena la razón, cierra el entendimiento. Esto hace que quien la padece haga cosas sorprendentemente opuestas a su propio interés. Ortega-Murillo tiene un empecinamiento, obstinación y obsesión por mantenerse en el poder a cualquier costo lo que demuestra la insensatez y la irracionalidad de su accionar, al aplicar políticas públicas contrarias al interés general de Estado-Nación.
La mayor soberbia se expresó cuando después de los acontecimientos de abril de 2018, en lugar de buscar una salida pacífica y negociada al inicio de las protestas, decidieron por la estrategia del “vamos con todo” para masacrar a los jóvenes y a los ciudadanos autoconvocados. Medida descabellada, se obcecaron en no ver otras alternativas. Desde el 2018, vivimos tiempos de “bloqueo político” y toxicidad del clima político por la soberbia de permanecer en el poder cueste lo que cueste: “el poder o la muerte”.
La soberbia aguda los ha llevado a cometer torpezas tras desaciertos, con resultados calamitosos para la sociedad nicaragüense, afectando a moros y troyanos. Se vive una tragedia humana por las estupideces del régimen. La soberbia consiste no sólo en anteponer sus intereses personales al interés general de la población, sino también en hacer oídos sordos al descontento expresado abiertamente por la mayoría de la población desde abril de 2018 y en la ilusión de su presunta invulnerabilidad.
La sed de poder
La sed de poder le ha producido a Ortega-Murillo un anquilosamiento o estancamiento mental, sus principios se han vuelto rígidos dificultando la realización de análisis sensatos que obstruyen la posibilidad de enmendar el rumbo. La degeneración política del estrato dirigente se expresa en que el centro de la política nacional no tiene absolutamente ningún programa de desarrollo sustentable, su única motivación es la “mera sed de poder”. Las frecuentes medidas desacertadas han multiplicado los daños al interior del círculo íntimo de poder, tornándose en práctica autodestructiva.
La historia nos enseña que las dictaduras caen a pedazos, su descomposición comienza desde las cabezas de los anillos de poder. Los empresarios, que viven pegado a las costillas del poder autoritario, saben que algo anda mal y aunque no han tomado distancia para buscar una alternativa favorable. En el mundo de la política, igual que la naturaleza, rechaza el vacío de poder. La falta de una estrategia de parte de la disidencia ha permitido que Ortega haya logrado subordinara a los poderes fácticos empresariales, municipal, financieros, políticos y eclesiásticos. Por eso la necesidad de establecer una estrategia para crear el contrapoder, elaborar un programa para el día después e implementar las tácticas correspondientes.
El estancamiento económico afectará a su base social
En Nicaragua, ocho de cada 10 familias tienen complicaciones económicas para adquirir la canasta básica de alimentos, lo cual los ha orillado a pedir fiado, reducir su consumo y recurrir a productos más baratos y de inferior calidad, entre otras medidas. Los hogares atraviesan un momento complicado a causa del constante incremento de precios de la canasta básica. Muchos dueños de los pequeños comercios y pulperías dicen notar un menor consumo por parte de sus clientes cada vez que asisten al establecimiento a consecuencia del encarecimiento de los productos y de su debilidad económica. La tendencia de compra es del diario; además, consumen de acuerdo con el poder adquisitivo, no se considera marca, nutrición o pesaje y los alimentos se consumen en menor cantidades. Ante el encarecimiento de la carne, buscan variantes más baratas, como son tripas, hígado y demás vísceras.
El previsible estancamiento económico (2022-2025) y el deterioro del poder adquisitivo afectará a su misma base social. El reloj político del régimen comienza a fallar hasta detenerse. Los alimentos han dejado de llegar a las mesas de los pobres. Al menos 2 millones de nicaragüenses están sumidos en el hambre. Otros 3 millones están luchando en contra la “inseguridad alimentaria”. No menos del 60% de las familias son rehenes de los altos niveles de deuda personal. ¿El hambre será el preludio de futuros disturbios sociales en las ciudades o en el campo?
Al mismo tiempo, funcionarios rivales dentro del partido orteguismo se amenazan unos a otros, se pasan la cuenta, se ponen zancadillas, etcétera, estos asuntos pasan a menudo inadvertidos. Estos elementos demuestran que la fisura interna del régimen se ensancha cada día. El régimen está agotado, permanece en el poder por la ausencia de un contrapoder. La implosión interna se desarrolla.
El deplorable abandono de “los de abajo” es la debilidad de Ortega, al no permitir que los ciudadanos tengan el derecho de movilizarse y que sus perversos aliados paramilitares continúen la represión a base de detenciones, represión, asesinatos en el campo. Mientras tanto, las variables económicas, políticas y sociales son más desalentadores y deplorables, porque cada día hay más pobreza y mayor desigualdad. El régimen no está haciendo nada para atraer inversiones ni implementando políticas que favorezcan la creación de empleos. Lo que significa que el flujo migratorio continuará, el país se desangra de su capital humano.
La dictadura caerá atacada por su propio entorno.
El comportamiento de algunos sectores de su propia base social orteguista actúa como si intuyeran que el inicio del fin de la dictadura ha comenzado, comienzan a abandonar el barco; perciben que las “termitas sociopolíticas” (los ciudadanos autoconvocados “de a pie”) siguen socavando los pilares de sostén de la dictadura. El régimen aplica su vieja política: ganar tiempo. En espera que imponderables externos e internos le permitan permanecer en el poder, sin tomar conciencia que el tiempo político ya no les favorece, ha cambiado el rumbo.
La rebelión de abril 2018 fue un acto de desobediencia civil y pacífica. La represión generalizada fue y es una decisión tomada por el régimen con el objetivo político de crear la imagen que se va a castigar cualquier disidencia externa o interna, tratan de evitar que se produzca de una segunda ola social o parar la implosión interna. No hay que olvidar que no hay cambio social o político sin desobediencia civil. La democracia se construye en base de desobediencia civil. La dictadura caerá atacada por su propio entorno.
El liderazgo opositor tiene que modernizarse, admitir la crítica y la voz de los expertos, hacer consultas que no sean simuladas, sino reales; tomar en cuenta las necesidades inmediatas que la población expresa de manera reiterativa a través de las encuestas, lo que los ciudadanos autoconvocados piensan y en base a ello elaborar una estrategia de construcción de un contrapoder. Es decir, se requiere una transformación de hacer política poniendo en primer lugar la necesidad de elaborar un programa que recoja los intereses de las mayorías y confeccionar una estrategia para poder ajustar las tácticas a implementar para construcción del contrapoder.