“El que no conoce la verdad es simplemente un ignorante, Pero el que la conoce y la llama mentira, ¡ese es un criminal!” Bertolt Brecht.
El incremento del asedio
El régimen Ortega-Murillo nos lleva en reversa hacia los años 80, realizando unas elecciones tipo de las de 1984 o 2021, sin oposición real. Él va en reversa. El pueblo va para adelante. La campaña de que «Se van, se van» los ha golpeado fuerte que los obliga a cometer más torpezas, al dictador lo enfurece tanto que ha desatado acciones represivas a diestra y siniestra. El régimen no toma conciencia que entre más tarde negocie una salida, tiene menos probabilidades de salir airoso ya que va a negociar en una situación de mayor debilidad o se puede producir un “cisne negro” (hecho inesperado) que conduzca a su caída repentina.
Asedios, allanamientos, encarcelamiento y agresiones policiales, etcétera; todo lo cual nos demuestra que estamos en una fase de mayor represión lo que indica el nivel de miedo que tiene el régimen de cualquier protesta pueda acelerar su implosión endógena; al mismo tiempo, ha tomado consciencia que no ha podido doblegar al espíritu de rebeldía social de los ciudadanos. Organizaciones defensoras de las libertades civiles y de los derechos humanos nacionales e internacionales destacan la sistemática represión del régimen.
Miles de personas han sido interrogadas, enjuiciadas injustamente o sometidas a detención arbitraria sólo por ejercer pacíficamente sus derechos civiles. Las mujeres, los jóvenes, las personas LGBT y las minorías étnicas sufren violencia y discriminación arraigada. Persiste una impunidad sistémica de los crímenes de lesa humanidad y que continúan perpetrándose en relación con otros crímenes de los derechos humanos. Las fuerzas policiales, de seguridad y paramilitar han hecho un uso ilegítimo de medios letales.
Además, los principales problemas que aquejan a la nación siguen presente: la corrupción sistemática de la élite política, las altas tasas de pobreza, la pérdida de empleos, falta de derechos de las mujeres, los feminicidios que permanencia en la impunidad, la represión indiscriminada que ha sumido en el hartazgo a buena parte de la población o ha obligado que muchísimos ciudadanos, de todas las edades, hayan decidido emigrar.
El incremento del asedio por parte del régimen Ortega-Murillo es la respuesta a la campaña demostrativa de la persistencia resistencia silenciosa de los ciudadanos, la cual les ha comenzado a perforar el ánimo de las mismas bases orteguistas y de sus estructuras medias. La represión indiscriminada es una forma de levantar los ánimos de sus partidarios demostrando que están “en control” y que no aflojaran poder. Ellos se alimentan y viven de violencia, es su droga y necesitan una dosis urgente.
El engendro político.
En los últimos años, se ha producido un engendro político en el que se combinaron la utopía de los años ochenta, el autoritarismo dictatorial, el oportunismo geopolítico, la ineficiencia e incapacidad del régimen y el dinero (lícito e ilícito) como factor de cohesión.
El engendro político derivó en una cleptocracia a gran escala. Más que militantes políticos desarrollaron redes clientelares corruptas, se patrocina a diversos grupos lúmpenes de choque y paramilitares con fines de control sociopolítico y la propia nomenclatura en el poder terminó en una descarada corrupción.
La codicia y la corrupción de muchos, se ha impuesto facilitada por la visión cortoplacista de las elites políticas y empresariales. La corrupción se generalizó en todas partes, lo que testimonia el fracaso de la revolución social de los años ochenta, las limitaciones de su dirigencia que ha reproducido el modelo prebendario y clientelar del Estado que arrastramos desde hace siglos.
Escaso desarrollo del capital humano
Nicaragua se sitúa a la cola de Centroamérica en el desarrollo del capital humano, esto es la formación técnica-profesional y productividad de sus trabajadores. ¿Los motivos de este retraso? La política económica implementada por el régimen Ortega-Murillo que se traduce en una baja participación laboral en el que domina el desempleo, un elevado empleo informal (subempleo), un sistema educativo deficiente, una pobre formación profesional en las empresas, una ridícula inversión en la formación técnica de capital humano y una escasa proporción existente de empleo cualificado.
La política económica implementada persigue caminos para la creación de valor económico basados principalmente en el empleo barato, concentrándose en poner gente a trabajar con escasa formación técnica-profesional, nula preocupación por la diversificación de las habilidades o por adquirir conocimientos profesionales más avanzados. Es decir, el escaso desarrollo del capital humano, o lo que es lo mismo la insuficiente de formación, la baja productividad y el desaprovechamiento de los trabajadores de los que se disponen.
Para determinar el grado de desarrollo del capital humano hay que tomar en cuenta una serie de indicadores como la alfabetización, el grado de educación recibida, la participación laboral, el desempleo, el subempleo (trabajo informal), la calidad de la educación, baja proporción de jóvenes que se apuntan a la formación técnico vocacional y la escasa proporción de empleo cualificado, entre otros.
Estrategia de sobrevivencia
El régimen incrementa y golpea a los sectores del liderazgo local azul y blanco. Es decir, la represión la ejerce contra los más pobres y humildes, desplegando una serie de medidas que consisten en un ataque sistemático y permanente en contra toda acción de protesta por mínima que sea. El objetivo es tratar de ocultar la realidad socioeconómica que vive la gente de manera cotidiana a través del silencio y la desinformación. Es la estrategia de sobrevivencia del régimen para prolongar su permanencia en el poder.
Al mismo tiempo, la estrategia económica del régimen también es la sobrevivencia. No tienen ningún plan de desarrollo a corto plazo, solamente sobrevivir el día a día, ganar tiempo. La sobrevivencia política o económica tiene un límite, ya que el deterioro sigue, aunque sea a menor velocidad. Llegará un momento en que la sobrevivencia se pueda transformar en default y el sobrevivir se puede resquebrajar.
Por otro lado, su mayor aislamiento internacional se le irán cerrando todos los posibles préstamos externos. El Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), su principal prestamista, no puede y no tiene la capacidad para asumir indefinidamente el monto que el régimen dejará de percibir de las otras instituciones financieras internacionales y de las Inversiones Extranjeras Directas. Además, el BCIE es un banco; hay que pagarle a tiempo.
Elecciones municipales 2022
Ortega sigue el camino de hacer elecciones municipales fraudulentas, dividiendo a la oposición, mantiene la represión para evitar cualquier veleidad de protesta sociopolítica. Sin embargo, Ortega tiene menos margen de maniobra por la debilidad económica del país y su fragilidad sociopolítica. Hasta la fecha a Ortega no le importa que sea considerado como un gobierno ilegítimo, aislado y que vengan más sanciones personales a su círculo íntimo de poder. Lo más importante para él es permanecer en el poder, ganar tiempo político y recibir dinero de los organismos financieros internacionales para sostenerse.
En Nicaragua, las elecciones municipales o nacionales han sido y son uno de los nidos predilectos donde la corrupción empolla su huevo. Se trata de un proceso en el que interviene, fundamentalmente, el gobierno con dinero para invertir en sus candidatos y su partido también financia a los partidos zancudos y a políticos comparsas que buscan dinero y pequeñas cuotas poder. Aquí entran las figuras delictivas conocidas como: tráfico de influencias, sobornos, chantajes, desvíos del erario, peculado y otras.
El régimen ofrece dinero a cambio de dos compromisos por parte de sus beneficiarios: que se conviertan en comparsas y que ajusten sus actividades políticas a los intereses de la cúpula del poder, de la nueva clase y sus aliados. El mejor ejemplo es el grupo de empresarios tradicionales que ha hecho negocios con los miembros de la “nueva clase”. El enriquecimiento acelerado e inexplicable de todos ellos tuvo su origen a partir de enero de 2007.
Los que participan en las falsas elecciones votan por miedo a ser perjudicados en su actividad económica, en su libertad, en su integridad personal y en su empleo. Encima de los electores que integran esta mayoría están empleadores, jefes, patrones, líderes sindicales sin escrúpulos que han amenazan a empleados estatales o municipales de muy diversas maneras, sutiles unas, descaradas otras. Existe, también, una minoría de electores tiene detrás de su voto intereses materiales y/o políticos particularísimos y ajenos a cualquier cosa que huela a pueblo, utilidad comunitaria, asomo democrático.
Hay otro sector de ciudadanos para los que nada significa votar o no votar. Son pobres y su horizonte se agota en el desayuno del día siguiente. Si reciben algo a cambio de su voto, cualquier cosa, se prestan al canje. Se podría pensar que el propósito de la cúpula de poder es empobrecer al mayor número de nicaragüenses posible; así, con dádivas residuales, puede adquirir su dignidad humana por el mínimo costo de su voto.
A pesar de tal infame circunstancia, la mayoría de la población no salió a votar en las elecciones de noviembre 2016, 2017 y 2021; posiblemente suceda lo mismo en las elecciones municipales de noviembre de 2022. La dictadura no puede minimizar ni soslayar esta realidad, por más que los funcionarios del partido “orteguista” y sus aliados pretendan negarla mediante maniobras, la dictadura ha entrado en un proceso de fragilidad interna insostenible.
El uso faccioso de las instituciones; la derrama de dinero, regalos y presiones a los electores para que sufraguen por Ortega o por sus aliados (los partidos comparsas); las campañas de siembra del miedo, desinformación y difamación; las agresiones contra la oposición real no impidieron que la población manifestará su repudio en las farsas electorales anteriores al no ejercer su derecho al voto. La alta abstención, alrededor del 70%, ha sido inocultable.
En vísperas de una nueva elección municipal del 2022, como en las municipales de noviembre de 2017, se les niega a los candidatos no pertenecientes a los partidos zancudos la posibilidad de participar, favoreciendo con ello al partido orteguista y a las candidaturas de los partidos comparsas. Sin embargo, ahora la sociedad es más consciente y está más dispuesta a luchar por sus derechos y libertades inherentes frente a un régimen que solamente podrá mantenerse en el poder ejerciendo el uso de la violencia.
Un gran problema político es que la verdadera oposición carece de representación en los órganos de gobierno. Sabemos la causa: los partidos políticos de oposición real están prohibidos y su liderazgo encarcelado. Nicaragua vive una involución caracterizada por una dictadura, sufriendo de esa manera un revés civilizatorio: el trágico regreso a una dictadura familiar con complicidad de la mayoría de los poderes fácticos internos.
Las causas profundas de este revés civilizatorio deben buscarse en la crisis del modelo neoliberal extractivista basado en el capitalismo de “amiguetes o compadrazgo” que evita la construcción de una democracia representativa, todo lo cual se ha traducido en regímenes disfuncionales, en mayor desigualdad, castigo a los salarios y premio a las ganancias, devastación del tejido social, liquidación del sector público y gobiernos al servicio de los grandes capitales.
Nicaragua uno de los países de América Latina donde el salario de la mayoría de los trabajadores formales es menor a la línea de la pobreza establecida en la capacidad de comprar una canasta básica, lo que implica que en el país existen personas que son pobres incluso trabajando de tiempo completo. Los trabajadores y sus familias pasan hambre.
Nunca será exhaustivo insistir que la presente coyuntura que vive Nicaragua implica la definición de una dramática encrucijada entre la democracia o la dictadura, entre un proyecto de desarrollo que busca consolidar los principios de una convivencia pacífica en un contexto de tolerancia y pluralismo o lanzarse por el oscurantismo que representan las fuerzas del orteguismo neofascista que pretenden extenderse por muchos años para construir una dictadura dinástica. Esto último con la consecuente destrucción de las políticas públicas de inclusión social, la ausencia de acciones para resolver el aumento del hambre y la miseria, la inobservancia de regulaciones que pongan freno a la devastación ambiental, la desmedida violencia policial y paramilitar que ha provocado innumerables detenciones, presos políticos, exilio forzoso, la represión en todos los territorios empobrecidos y un largo etcétera de retrocesos en todos los ámbitos de la vida nacional.
El modelo político que le ofrece el régimen dictatorial a la sociedad nicaragüense es más odio, más terror, más discriminación, más prejuicio y más destrucción. Estamos ante el peligro de un retroceso aún mayor si la dictadura Ortega-Murillo permanece en el poder.
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