¿Cómo no ser opositor en un país donde no existe futuro para la juventud con la dictadura Ortega-Murillo en el poder? La propuesta de la dictadura es seguir como antes, como siempre, en ese pasado, presente y futuro que no desean cambiar porque tienen miedo. Entre tanto, siguen reprimiendo todo vestigio de descontento social.
Ellos piensan que no los podrán derrocar porque se sienten dioses, contemplan que la oposición nunca los podrá deponer por la simple razón de haber sometido a todos los poderes fácticos, se sienten fuertes. Nadie puede normalizar las represiones, aunque hayan sido una constante despiadada desde el 2007 a la fecha. Su lógica sigue siendo que todo puede cambiar para que todo siga igual.
En su delirio se sienten perfectos, prefieren vivir refugiados en la inmovilidad, en esa eternidad sin tiempo de los dictadores. Su sentimiento de superioridad, que llamamos soberbia y que no es sino ceguera de la realidad. Para la dictadura no hay tiempo futuro diferente a no ser su continuación en el poder., Quieren continuar con interminables años de exprimir y esquilmar vidas humanas para que unos miembros de la nueva clase puedan darse estúpidas vidas regaladas de sultanes en la opulencia y el boato.
La dictadura no puede imaginar otro escenario que no sea su permanencia en el poder; sin embargo, tienen miedo a que los ciudadanos expresen su repudio en la calle, tienen miedo a las protestas callejeras antigubernamentales, tienen miedo a la formulación de otras palabras, tienen miedo a la aparición de otras dimensiones sociales, tienen miedo a que el tiempo político cambie. Simplemente tienen miedo, por eso reprimen a todos los sectores sociales. Y los grandes empresarios, como siempre, se esconden.
Pero mantener el silencio cómplice del socio empresarial no es el único desafío para Ortega-Murillo. También deberá administrar tensiones con las organizaciones sociales que tienen presencia en los barrios populares y que son aquellos que más sufren con el impacto de la subida de los precios de la canasta básica. Que alimentarse sea cada vez más difícil se traduce en Nicaragua en presión en la calle, descontento y movilizaciones. Y eso, también, genera desgaste político.
¿El “establishment” económico y político, con el cual la dictadura tiene vínculos aceitados, recibió la represión en contra de la figura del Obispo Álvarez con beneplácito? La dictadura Ortega-Murillo busca anular a un jugador político con peso propio y a través de él, a toda la iglesia católica, para evitar el desarrollo de su implosión política interna que se ha profundizado por la crisis económica-social. Parece un juego de palabras, pero no lo es.
Pero, ¿por qué es tan importante la represión en contra el Obispo Álvarez? Porque, si no lo hace, será cada vez más difícil evitar se produzca ya sea la “implosión interna” o un nuevo tsunami social, equivalente a un “cisne negro” y ese sí sería el abismo para la dictadura, políticamente hablando.
Actualmente, casi seis de cada 10 nicaragüenses viven en la pobreza (y ocho de cada diez son vulnerables). Una contracción económica unida a un incremento de la inflación, significa pérdida del poder adquisitivo de los nicaragüenses. De la mano de una pérdida del poder adquisitivo vendría un aumento de la pobreza. A eso habría que sumarle el agrietamiento de la base social de la dictadura lo que es, al mismo tiempo, una variable de la sustentabilidad del proyecto político dictatorial.
La situación crítica sigue ahí, amenazando el bolsillo de todas las personas y amenazando el futuro de la dictadura. El país debe salir de Ortega-Murillo. Quien reprime presionado por la urgencia de controlar al movimiento de protesta y a la erosión interna pone en riesgo su propia gobernabilidad y su futuro.