La OTAN afirma que: (1) La «locura de Putin» ha acabado fortaleciéndola. (2) Ucrania, que sigue recibiendo armamento de Occidente, ha emprendido una contraofensiva y está rechazando al «invasor». (3) En el plano internacional, las sanciones están dando resultados. (4) Sintiéndose amenazadas, Finlandia y Suecia, han decidido convertirse en miembros de la alianza atlántica.
La verdad es que lo que llega al frente es sólo una tercera parte del armamento que Occidente envía a Ucrania. El ejército ucraniano está agotado y está retrocediendo en todas partes, algunos éxitos aislados aquí y allá no modifican ese panorama general. Sin embargo, dos terceras partes del armamento occidental, principalmente el armamento pesado, ya está disponible en el mercado negro de los Balcanes, sobre todo en Kosovo y en Albania.
En el seno mismo de la alianza atlántica, Turquía y Croacia se oponen a la admisión de nuevos miembros. Si bien no parece imposible convencer a esos dos países para que den finalmente luz verde a la ampliación de la OTAN, su consentimiento tendrá como precio ciertos cambios políticos que Occidente siempre ha rechazado.
En los años venideros habrá una redistribución de las cartas y no será cosa de pasar de un alineamiento junto a EEUU a un nuevo alineamiento junto a Rusia sino de crear un mundo multipolar donde cada cual será responsable de sí mismo.
Alemania, Francia e Italia ya han autorizado algunos miembros de sus gobiernos a conversar con Rusia, sin aportar cambios, por ahora, a la política oficial de sus países. Al menos esos tres Estados miembros de la OTAN ya están inmersos, con prudencia, en un doble juego. Si la cosa se pone fea para la OTAN, esos tres países serán los primeros cambiar de casaca.
La subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, viajó el 11 de mayo de 2022 a Marruecos para presidir allí una reunión de la «Coalición global contra Daesh», en la que participaron 85 países enviando sus ministros de Exteriores. De manera totalmente predecible, la Sra Nuland dijo que el Emirato Islámico (Daesh) está resurgiendo, pero no en el Medio Oriente sino en el Sahel, e invitó los participantes a unirse a EEUU para luchar contra ese enemigo. Como ya todos han podido comprobar el apoyo masivo que EEUU aportó a los yihadistas de Daesh en Irak y en Siria, por lo tanto todos los diplomáticos presentes entendieron que la tormenta no tardará en caer sobre el Sahel.
Para desencadenarla, el Pentágono necesita armas, muchas armas, y no quiere que vuelvan a atraparlo “con las manos en la masa” mientras arma otra vez a los yihadistas. Así que hay grandes probabilidades de que el armamento oficialmente destinado a Ucrania y desviado hacia los Balcanes acabe en el Sahel.
El campo de batalla ucraniano ya es el más subvencionado del mundo, con fondo que aportan simultáneamente EEUU, Inglaterra y la Unión Europea. Pero ese astronómico gasto no busca respaldar a los ucranianos sino apoyar a los “banderistas” (se unieron a las tropas nazis), lo cual contradice totalmente los objetivos de los países aliados en la Segunda Guerra Mundial, conflicto donde los “banderistas” participaron del lado de la Alemania hitleriana. Las sumas fenomenales que Occidente está aportando a los “banderistas” se deducen de las ayudas que los gobiernos “donantes” podrían aportar a las personas más necesitadas en sus propios países.