En mis análisis anteriores decíamos que Nicaragua vivió entre abril 2018 a marzo de 2019 una fase de explosión social (tsunami social). Sin embargo, con la firma de los acuerdos de marzo 2019 un nuevo tsunami social no era posible, dado la capitulación del gran capital.
Por lo tanto, desde marzo 2019 hemos venido sosteniendo que para derrocar a la dictadura sólo era posible a través de implementar la estrategia de la IMPLOSIÓN social; es decir, el movimiento social debería de actuar como las termitas, carcomiendo desde adentro los principales pilares de la dictadura.
Con la renuncia/denuncia del Embajador de la dictadura en la OEA, el régimen recibe un duro golpe que tendrá efectos colaterales entre los funcionarios tanto dentro de Nicaragua como en el exterior.
Por último, dado los niveles de represión, el reflujo del movimiento social, el exilio de muchos líderes locales (comarcales, municipales y departamentales), el encarcelamiento de más de 177 líderes políticos, empresariales, estudiantiles y ciudadanos autoconvocados, queda claro que el trabajo político tiene que estar orientado a favorecer la IMPLOSIÓN del régimen.