Hay que tener claro que debido a la derrota política de la rebelión de abril de 2018, es imprescindible que el tipo de lucha del movimiento de los autoconvocados debe de cambiar y que es necesaria una nueva práctica política para preparar para una nueva época de lucha con nuevas tareas. Sin esa nueva práctica no se puede afrontar las nuevas tareas.
Un movimiento social sin una plataforma de lucha, independientemente de su nivel de conciencia de los autoconvocados, y que sólo practique campañas de denuncias o electorales, sólo será un movimiento políticamente desarmado frente a la dictadura.
Los líderes naturales de los autoconvocados reflejaron de manera dinámica el 7 de noviembre, a través de sus acciones e iniciativas (por la falta de una estrategia general), el sentir de la población. Demostraron ser los mediadores entre la población autoconvocada, tal como es, y la necesidad objetiva de expresar su descontento frente a la dictadura. Es decir, jugaron un papel realmente positivo.
Después del 7 de noviembre, algunos políticos esperaban el milagro de que, por algún acontecimiento imprevisible, la dictadura se paralizará y cayera a pesar de todas las debilidades de la lucha en su contra. Y eso es lo exactamente no ocurrió. Ocurrió lo que se podía prever fácilmente: la propuesta de un diálogo para ganar tiempo y oxígeno político.
A partir del 7 de noviembre nos encontramos que la crisis política de la dictadura se aceleró y por el temor a que llegara a su clímax, Ortega abre la posibilidad de un diálogo con algunos sectores del gran capital. Se trata, pues, de una artimaña que repetirá todos los engaños, todas las traiciones, todos los trucos, todas las emboscadas que la dictadura sabe hacer. Mientras se lleven a cabo las negociaciones debajo de la mesa, se continuará reprimiendo a los líderes naturales de la rebelión de abril de 2018.
El reto de la nueva coyuntura es preparar y elaborar una plataforma reivindicativa en la que se mezcle demandas inmediatas sobre el empleo y salarios con demandas políticas: liberación de los presos políticos, regreso seguro de los exiliados, retorno de los organismos defensores de los derechos humanos, etcétera. El objetivo de la plataforma reivindicativa es superar la impresión de parálisis, de desmoralización, de impotencia y darle un sentimiento de confianza al movimiento social. Es decir, elaborar una plataforma reivindicativa con objetivos políticos.
La plataforma nos puede mostrar cómo actuar con métodos de lucha diferentes incluso bajo la represión; es decir, se puede operar aun bajo el control de las ciudades por parte de las fuerzas policiales y paramilitares. Es evidente que el “estado de sitio de facto”, la censura, la persecución y el encarcelamiento ha jugado un papel desfavorable para la organización de una oposición fragmentada.
La plataforma puede jugar un papel fundamental en el proceso de autoorganización del movimiento social todavía disperso sin centro político, pero activo, para construir nuevas estructuras de poder, de contrapoder.
La liberación de los presos políticos además de ser un tema de denuncia se convierte en un elemento de agitación. En una situación de “estado de sitio de facto” pedir la liberación de los presos políticos se transforma en un tema de agitación política. La plataforma debe ser el instrumento que permita que el movimiento social se independice de la conducción política de la clase política pactista.
Durante un tiempo los ciudadanos autoconvocados estuvieron desorientados, paralizados y en reflujo; sin embargo, después del 7 de noviembre volvieron a ponerse en órbita. El fracaso de la política del orteguismo, la crisis de la conducción de parte de los políticos representantes del gran capital y el empeoramiento de las cinco crisis permitió su resurgimiento en el escenario político nacional. Manos a la obra, a construir la plataforma unitaria de lucha.